Amenazado por unos paisanos salió de naja el esposo de Begoña Gómez. En Valencia hemos visto una pizca de lo que puede suceder en toda España. Tenemos la obligación de levantar acta de lo sucedido y aún más de comentarlo. Faltaríamos a nuestro deber si calláramos, si no dijéramos la verdad sobre quién es el presidente del Gobierno de España. Sí, Sánchez fue a Valencia escondido, agazapado, emboscado detrás de Felipe VI. Pero no aguantó la protesta vecinal. Mientras el rey abrazaba a los vecinos, Sánchez huía. El Jefe del Estado sale reforzado. Aguanta. Ha ganado otra batalla, pero no servirá de nada si la movilización ciudadana es detenida por los partidos políticos. O se larga Sánchez o España desaparece. De hecho, el Estado español está casi desaparecido.
Y, lo que es peor, los criminales del Gobierno tratan de matar a la sociedad civil. Los periódicos gubernamentales, como El País, alzan sus consignas contra la sociedad española que ayuda a los valencianos. Un titular del domingo de ese pasquín no requiere comentario: "’Solo el pueblo salva al pueblo': las redes reaccionarias a la carga contra el ‘Estado fallido’". Terrible. Claro que la sociedad civil ha reaccionado contra quienes no utiliza el Estado nada más que en provecho propio. El tipo que escribe eso desconoce por completo qué es la sociedad civil española y, sobre todo, desprecia por completo la necesidad que tiene esa sociedad de un Estado normal. Por fortuna, nadie insultará al redactor de esa noticia, entre otros motivos, porque nada es. Ni siquiera se representa a sí mismo. Es sólo un representante de un cobarde. Exactamente eso son lo miles de periodistas, los diputados, los votantes, los altos cargos, los consejeros de RTVE, los magistrados, los fiscales, los rectores, los profesores y todo tipo de funcionario que en España siguen a Sánchez. Son representantes de un cobarde. Millones de cobardes soportan un Estado fallido. Es la realidad de España. Un país dirigido por un cobarde es un país acobardado. Ahí está el peligro. Pocos saben qué puede pasar mañana.
Y, además, estamos televisando en directo para el mundo entero la ruina. Millones de seres humanos lo ha visto. Sánchez sale huyendo de un pueblo de Valencia. No es nadie. Sus pretorianos lo han protegido de unas pobres víctimas que lo amenazaban con un paraguas. ¡Un paraguas! Y un palo. Sí, eso es todo. Un paraguas y un palo bastan para hacer correr despavorido a un presidente del Gobierno de España. ¡Cobarde! No le valdrá de nada. Lo perseguirán hasta La Moncloa. Hoy no ha visto nada más que el rostro de personas desesperadas. Mañana puede ver algo más grave. Los de abajo ya sabemos quién es Sánchez: un tirado, una escoria humana, que ha dejado sin ayuda a millones de españoles. Un tipejo asqueroso que no ha mandado al ejército hasta que no le han insultado. Normal que saliese de estampida. Es propio de los de su estirpe. Ha huido y ha dejado al Rey solo. Mejor así. El mundo entero le ha visto y ya no podrá esconderse en ningún lugar del mundo. Allá dónde esté, le perseguirá el grito de un español cabreado. Allá dónde vaya, le dirán cobarde. Allá dónde se esconda, será objeto de escarnio.
Sí, porque Sánchez no es nada, aunque tenga todo el aparato represivo del Estado en sus manos, cualquier cosa puede pasar. Preparémonos para lo peor. Un cobarde puede dar todo menos seguridad.