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EDITORIAL

Ada Colau: la alcaldesa más inútil de España

Ni Colau ni nadie en su equipo de activistas, meonas y familiares puestos a dedo tiene la menor capacidad para gestionar el ayuntamiento de Barcelona

La activista de extrema izquierda Ada Colau saltó a la fama insultando a los bancos en una comparecencia parlamentaria, anticipando así el poco respeto que sus compañeros podemitas mostrarían después hacia las instituciones, pero ya llevaba tiempo trabajando a tiempo completo en la demagogia anti-desahucios. De modo que cuando la incapacidad de sus rivales para llegar a un acuerdo la colocó como alcaldesa de Barcelona en minoría todos dábamos por sentado que haría lo que pudiera para fomentar la okupación y reducir los derechos de los propietarios, así como fomentar y asumir como política oficial el odio al turista, una de las principales fuentes de ingresos de la ciudad.

Pese a ser políticas deleznables, propias de alguien a quien no se le conoce actividad productiva alguna más allá del activismo callejero, entraban dentro de lo que cabía esperarse. ¿Realmente a alguien le sorprendió que un personaje con el bagaje de Colau impusiera una moratoria a la concesión de licencias para nuevos hoteles? Tampoco da lugar al asombro o la decepción que tanto ella como su formación se haya puesto oficialmente de perfil para no estar ni con los golpistas ni con los demócratas, pero favoreciendo siempre a los primeros en todas sus declaraciones públicas y acciones. Todo esto entra dentro de la lógica y es consecuencia de la ideología con la que alcanzó el poder.

Pero una cosa es el fanatismo, y otra la incompetencia. Y aunque una parte no menor de la degradación que está sufriendo la Ciudad Condal estos últimos años sea debida a desvaríos propios de una ultra, en su mayor parte tienen otra raíz más profunda: ni ella ni nadie en su equipo de activistas, meonas y familiares puestos a dedo tiene la menor capacidad para gestionar una administración tan complicada como es la del segundo ayuntamiento de España. Sólo fijándonos en los últimos meses podemos encontrar pruebas más que sobradas de ello. No son capaces ni de elaborar un presupuesto, de ahí que hayan tenido que recortar este año más de 100 millones de euros los gastos previstos en construir y reformar escuelas, guarderías, bibliotecas, teatros, ambulatorios… Pero, sobre todo, han sido completamente incapaces de garantizar la seguridad de ciudadanos y visitantes.

Y es que la violencia parece haberse convertido en algo habitual en demasiados barrios de Barcelona. La alcaldesa fue reprobada por su inacción ante el florecimiento de los narcopisos sin que se hayan dignado a dar a su Guardia Urbana los medios para enfrentarse a los delincuentes que los ocupan, lo que ha derivado en peleas con arma blanca a plena luz del día. Colau y los suyos han convertido la ciudad entera en el paraíso de los manteros, dándoles carta blanca para apropiarse de calles y túneles de metro, hasta el punto en que dificultan el tránsito normal por la calle. Tanto es así que la brutal agresión a un turista norteamericano tuvo su origen en las protestas de una mujer porque no dejaban espacio siquiera para poder pasar un carrito de bebé. Mientras, los problemas de convivencia e incivismo se acumulan en barrios como la Barceloneta y Gracia.

El balance del experimento de poner a unos antisistema a gestionar el sistema nos ha dejado clara una cosa: de dónde no hay no se puede sacar. Su ideología es nefasta, sí, pero incluso dentro del cenagal de la extrema izquierda hay notables diferencias. La incompetencia de Colau, incluso dentro de una competición tan disputada, la hace destacar como la peor alcaldesa de España. No es poco mérito, pero no es quizá la medalla que buscaba.

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