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Eduardo Goligorsky

La desfachatez de los invasores

Es imperioso que la sociedad española se movilice para poner fin a la desfachatez de los invasores de las cuatro provincias de la región catalana.

Es imperioso que la sociedad española se movilice para poner fin a la desfachatez de los invasores de las cuatro provincias de la región catalana.
Torra, con Artur Mas | EFE

La sentencia farisaica del tribunal de Schleswig-Holstein, que negó los obvios delitos de rebelión y sedición que había perpetrado el prófugo Carles Puigdemont, llenó de júbilo a sus camaradas, y dolió a la Justicia española y a las víctimas de estos delitos. Sin embargo, nadie hizo el suficiente hincapié en el hecho de que incluso los benévolos jueces regionales habían aceptado el cargo de malversación. Y esto obliga a preguntar a dos millones de ciudadanos cómo es posible que se dejen embaucar por un imputado de malversación, cuando nadie que esté en su sano juicio empleará siquiera como administrador de su finca o contable de su empresa a un sinvergüenza con semejantes antecedentes penales.

Tinglado subversivo

La malversación es, aunque parezca una fechoría menos punible que la rebelión y la sedición, la viga maestra que apuntala todo el tinglado subversivo. Sin los fondos sustraídos al erario público no se podría mantener a un sibarita trashumante y su corte de parásitos en territorios extranjeros, desde donde proyectan sus tentáculos invasores sobre las cuatro provincias okupadas del Reino de España.

Las movilizaciones de masas, la burocracia obediente a la voz del amo, el aparato monolítico de propaganda, las células de activistas, los grupos de choque, los simulacros de embajadas consumen el dinero que estaba destinado originariamente a la educación, la sanidad y los servicios sociales, en tanto que las necesidades más perentorias las cubre el Estado, o sea todos los contribuyentes españoles, a través del Fondo de Liquidez Autonómica. Un despojo que ni siquiera el artículo 155 alcanzó a frenar y cuyos ejecutores se envalentonan cada día más porque saben que han comprado, con sus escaños, la complicidad de un Gobierno entreguista.

Impunidad garantizada

La desfachatez de los invasores de las cuatro provincias del Reino de España ha llegado a su punto crítico. Al fin y al cabo han comprobado que el pelele de la Moncloa se baja aun más los pantalones cuando "rechaza abrir nuevos frentes judiciales contra (sic) Catalunya" (LV, 4/8), garantizando así la impunidad de la nueva camarilla de golpistas alzados, ellos sí, y no los frentes judiciales, contra la Cataluña civilizada. Esto, mientras la minoría tribal del censo promete seguir apoyando como presidente a un malversador de baja estofa al que nadie compraría un supuesto cupón premiado de la ONCE.

Este panorama es el que da ánimos a los timadores para tomarles el pelo a los unos y los otros. El cerebro de la operación confirma en Waterloo que todo fue un farol y que los amotinados sabían que ningún país reconocería a la repúblika mostrenca, y el mismo día (LV, 18/8) su testaferro fanfarronea en Barcelona diciendo que "Europa nos ha dado la razón". Pecados veniales si se los compara con los testimonios cotidianos de su odio enfermizo contra la patria común.

Ku Klux Klan identitario

La locuacidad, hiperactividad y proximidad de Quim Torra lo han convertido circunstancialmente en el monstruo protagónico de este guiñol, compitiendo con el malversador mayor de la troupe. Fue bochornoso ver al republikano sobrevenido, rodeado por figurantes disfrazados de mercenarios miquelets, celebrando en Talamanca la última victoria de la dinastía de los Habsburgo sobre la dinastía de los Borbones. Todo muy republikano. Y presa de delirios épicos, Torra exclamó en el apogeo de la chirigota (LV, 14/7)

Para hacer efectiva esta república necesitaremos toda la capacidad de sacrificio, toda la disposición hasta las últimas consecuencias. Es tan simple como esto, es la esperanza de la libertad. Nos hace falta saber que si no somos libres, no somos nada.

Cegado por la megalomanía, Torra pretende parangonar sus discursos sobre las virtudes del sacrificio con los de Winston Churchill, cuya imagen lleva prendida en la solapa, junto al lazo amarillo. Si aquel estadista del Imperio Británico, conservador y patriota hasta la médula, hubiera tropezado con un maniático irlandés, escocés o galés poseído por las alucinaciones independentistas de Torra, o con un paleto hostil a la Corona, lo habría despedido asestándole una soberbia patada en el culo. Mandela le habría dispensado el mismo trato a un negro racista que calificara a los blancos de "bestias con forma humana". Ni siquiera toleró los excesos a su esposa Winnie.

El secuestro de Churchill y Mandela para utilizarlos con fines espurios es otro de los muchos atropellos en que incurre nuestro Ku Klux Klan identitario.

Coqueteo mendaz

Y para rematar sus exabruptos, después de visitar a los golpistas presos en la cárcel de Lledoners, Torra apostó por "atacar este Estado español injusto" ("El presidente quiere pasar al ataque", LV, 18/8). Ni más ni menos que lo que se proponían los yihadistas, tan empeñados en resucitar Al Ándalus como los republikanos lo están en volver al reino de los Habsburgo. Comparten odios, aunque estén anclados en pasados distintos. Eso sí, los secesionistas no disimulan su afinidad con los terroristas cuando denuncian públicamente la venta de armas a Arabia Saudí, conscientes de que estas se emplean para combatir al Estado Islámico, planificador de los atentados. ¿Lo hacen instintivamente o hay vasos comunicantes ocultos?

Es sintomático, empero, que el belicoso Torra dulcifique su oratoria cuando aborda el tema de los atentados contra España y la civilización. En el acto que se celebró en Ripoll en memoria de las víctimas del 17-A, este paladín de la hispanofobia y de la fractura de la sociedad catalana se disfrazó de apóstol de la fraternidad y predicó, ensalzando los valores que él mismo pisotea (LV, 17/8):

Un pueblo solo será pueblo con los valores de solidaridad, cohesión y convivencia.

Más cinismo, imposible: solidaridad, cohesión y convivencia suenan a blasfemia en boca del artífice de la discriminación cainita. Lógicamente, el coqueteo mendaz del histrión con los correligionarios de los yihadistas cayó en saco roto. Aclara el diario:

Apenas hubo presencia de representantes de la nutrida comunidad musulmana del municipio.

Diálogo con los terroristas

La voluntad de entablar diálogo y bases de convivencia con los terroristas –con todos los terroristas– tampoco es nueva. No es casual que el Ayuntamiento de la señora Colau –que no de Barcelona– eligiera a Gemma Nierga para recitar, únicamente en catalán, en el aniversario de la masacre del 17-A, un sermón conciliador con el bando enemigo, al pie de una pancarta soezmente subversiva y deleznablemente expansionista (en representación usurpada de los míticos Países Catalanes) desplegada con la tolerancia de la policía local.

Hace dieciocho años, durante el acto de homenaje a Ernest Lluch, asesinado por ETA, esta misma activista se apartó del texto acordado para agregar una exhortación a dialogar con los terroristas cuando el cadáver de su víctima todavía estaba tibio (El País, 14/11/2000). Y hubo, entonces como ahora, descerebrados que la aplaudieron.

Artículo 116 de la Constitución

Es imperioso que la sociedad española se movilice para poner fin a la desfachatez de los invasores de las cuatro provincias de la región catalana, donde millones de ciudadanos viven bajo el yugo de un malversador y su testaferro. Los golpistas y sus fuerzas de choque amenazan con un "otoño caliente", cuyos preparativos han puesto jactanciosamente en marcha, y no se puede contar con este Gobierno, que está demasiado comprometido con la anti-España, para tomar las medidas drásticas que la situación exige.

Ojalá perdure en el PSOE un vestigio del patriotismo cívico que ya cuajó una vez con la destitución del pelele en mala hora exhumado por un minúsculo rebaño sectario. Ciudadanos, el PP y una fracción sana del PSOE deberían sumar los escaños indispensables para recuperar la normalidad democrática, que ya no pasa por la aplicación del artículo 155 de la Constitución, sino por la del 116, que contempla los estados de alarma, de excepción y de sitio. Los padres de la Constitución fueron sabios cuando nos proporcionaron estas defensas contra la involución totalitaria. No desaprovechemos su clarividencia.

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