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EDITORIAL

La toma de RTVE

Mientras siga siendo pública, RTVE está condenada a ser mangoneada por los unos y por los otros, unos políticos y unos periodistas sinvergüenzas que no la quieren para otra cosa.

Una de las tareas en que Sánchez ha puesto más empeño desde su abrupta irrupción en la Moncloa ha sido la de poner RTVE al servicio de su Gobierno. Desgraciadamente, no cabe sorprenderse, pues todos los medios públicos acaban convertidos en órganos de propaganda del Poder. Ahora bien, lo cierto es que cuando gobierna la izquierda las purgas son mucho más despiadadas y tienen bastante menos eco mediático.

Tras el decretazo con el que Sánchez despreció el proceso en curso para renovar el Consejo de Administración de RTVE, ésta está en manos de una administradora única de un sectarismo diamantino, es decir, muy socialista. Un centenar de profesionales han sido removidos de sus puestos sin otra justificación que el izquierdismo que la nueva dirección quiere imponer en la casa, sobre todo en unos informativos que parecen sacados de una usina bolivariana.

En este proceso de poner los medios públicos a su servicio los socialistas han contado con el apoyo entusiasta de Podemos, la formación ultraizquierdista con la que el Gobierno viene sacando adelante todas sus medidas liberticidas. El propio Pablo Iglesias ha dejado claro en numerosas ocasiones que en su proyecto político es crucial el control exhaustivo de los medios. De nuevo, poca sorpresa cabe aquí: Iglesias el comunista hace lo que hacen los comunistas siempre que pueden: perseguir con saña la pluralidad y sustituir la información por el agitprop.

La toma frentepopulista de RTVE está contando con el silencio cómplice o el aplauso entusiasta de buena parte de los trabajadores de esos onerosísimos medios que los ciudadanos están obligados a mantener. Trabajadores indignos que han terminado de retratarse: hace sólo unos meses posaban de luchadores por la libertad y ridículamente vestían de luto en sus famosos viernes negros en defensa de la pluralidad informativa y ahora... lo dicho... están ahí, callados como cobardes ante el verdadero peligro o repugnantemente ufanos porque por fin los suyos han tomado la plaza.

Mientras siga siendo pública, RTVE está condenada a ser mangoneada por los unos y por los otros, unos políticos y unos periodistas sinvergüenzas que no la quieren para otra cosa. No dejen de pensar en ello siempre que algún indeseable le largue la obscena letanía del "servicio público".

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