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EDITORIAL

Sánchez seguirá haciendo daño hasta el final

En esas elecciones cruciales que se avecinan, tanto él como su partido merecen un castigo acorde con el enorme daño que están causando a España.

Desde las infaustas elecciones autonómicas del año pasado, convocadas por el nefasto Mariano Rajoy, la ya muy maltrecha vida política y social catalana se ha degradado a ojos vistas. Doce meses después de aquel 21-D que quizá sólo tuvo de bueno el triunfo en votos de una fuerza netamente españolista como Ciudadanos, la situación es pésima y no se vislumbra una salida a corto plazo para una crisis que compromete radicalmente no solo el futuro de Cataluña, sino el de la propia Nación.

Pedro Sánchez, el indigno presidente del Gobierno que trata de mantenerse en el poder a cualquier precio, incluido el de llevar a su partido al descalabro en las próximas citas electorales (europeas, autonómicas y municipales y generales), tiene una responsabilidad tremenda en el actual estado de cosas, con los golpistas que le auparon tratando de nuevo de consumar su desafío al Estado de Derecho y amenazando con incendiar la calle con motivo de la celebración del Consejo de Ministros del próximo día 21 en Barcelona.

Sánchez es un presidente por accidente que no deja de dar muestras de incompetencia tanto en la confección de equipos (qué Consejo de Ministros... ¡que tantos saludaron como prueba definitiva de que otra política, muy profesional y desideologizada, era posible!) como en la forja de acuerdos (especialmente sangrante en alguien que gobierna con el apoyo directo de una sonrojante minoría parlamentaria) y en la gestión de la política cotidiana y de la de altos vuelos (obviese su bochornosa obsesión por el Falcon). Cualquier gobernante democrático medianamente sensato –para qué hablar de un auténtico hombre de Estado– hubiera aceptado hace ya tiempo la insostenibilidad de la situación. Pero el oportunista Sánchez es de otra pasta, de tan escasa calidad como su escandaloso doctorado, y está dispuesto a pasar por encima de todo, empezando por su propio partido y por la Nación, con de tal de seguir aferrado a un cargo que sabe que le viene grande y que no merece desempeñar.

El secretario de Organización del PSOE se ha encargado de remacharlo con una frivolidad impropia de un momento político tan tenso como el actual, para que a nadie le quepa duda de que el plan de Sánchez es permanecer en la Moncloa hasta el final.

En esas elecciones cruciales que se avecinan, tanto él como su partido merecen un castigo acorde con el enorme daño que están causando a España.

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