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Eduardo Goligorsky

Ahora necesitan un dictador

El 28-A se votará no solo por la unidad de la España constitucional, sino también contra la dictadura en una Cataluña secuestrada por la camarilla golpista.

El 28-A se votará no solo por la unidad de la España constitucional, sino también contra la dictadura en una Cataluña secuestrada por la camarilla golpista.
Torra y Puigdemont presentan el 'Consell per la República' | EFE

Antes de que el hartazgo de tirios y troyanos pusiera fin a la canonjía del inservible Pedro Sánchez en la poltrona (o el colchón) presidencial, escribí (LD, 15/2) que este traficante de soberanías se había confabulado, al margen de la ley, con los okupantes de Cataluña para designar un mediador, con funciones de alcahuete, que supervisaría las negociaciones de entrega de la mayoría social catalana, amordazada y maniatada, a sus explotadores, como si de un cargamento de esclavas sexuales sin papeles se tratara.

Reiteración del delito

Fracasada la tentativa de proxenetismo político, los supremacistas ensayan dos tácticas para completar la operación que quedó trunca.

Por un lado, están los enjuiciados que se burlan simultáneamente de la justicia y de sus propios seguidores, aduciendo que, sin renunciar a sus convicciones secesionistas, en el curso del conflicto se ciñeron a la ley y que las declaraciones de ruptura unilateral no fueron más que un estimulante retórico utilizado para sostener la fe y el fervor de las masas. No agregaron "incautas" para no estropear el efecto, pero se sobreentendió. Lo corrobora Lola García ("Conclusiones sobre el juicio", LV, 24/2):

Todos los que fueron preguntados al respecto reconocieron sin ambages que la DUI fue un mero gesto, una resolución parlamentaria que no se votó, que no se publicó y que el Govern no aplicó porque no había nada preparado para el día después.

Por otro lado, hubo reos, como Oriol Junqueras, Raül Romeva y Jordi Cuixart, que transformaron el tribunal en tribuna para pronunciar arengas inflamatorias en las que convertían lo que sus camaradas ya habían mostrado como un farol para engañar bobos, en una Ítaca digna de los mayores sacrificios, incluida una larga estancia en la cárcel. La contumacia jactanciosa de estos pirómanos justifica que el juez Llarena dictara la prisión preventiva para evitar la fuga y la reiteración del delito. Si el delito lo están reiterando aun presos, quién sabe en qué desafueros incurrirían si se hallasen en libertad. Y sería el colmo de la torpeza engrosar con otro pelotón de cobardes el contingente de renegados que ya se fugaron y se pasean por el mundo con documentos españoles difamando España.

Fuerza bruta y mano dura

¿Y ahora qué? Ahora necesitan entronizar un dictador. Un proceso totalitario encaminado a amputar cuatro provincias del territorio del que forman parte, el Reino de España, levantando una nueva frontera para cortar vínculos económicos, culturales, sociales y familiares en perjuicio de la inmensa mayoría de sus habitantes y contra la voluntad de estos, es algo que solo se puede hacer creando un Estado artificial, gobernado por la fuerza bruta y con mano dura, y enfrentado con el resto de Europa y el mundo civilizado. No exagero ni fabrico teorías conspirativas. Lo dice, con más sutileza pero idéntico criterio práctico, uno de los acompañantes más fieles de la cruzada identitaria. Escribió Francesc-Marc Álvaro con la rotundidad de los convencidos ("Silla vacía, nadie al timón", LV, 21/2):

El independentismo debe conjurar el peligro del día de la marmota y debe reescribir sus prioridades. Necesita dar con un timonel antes de que el timón se rompa.

El artículo tiene miga porque refleja un clima de descomposición que, a veces, quienes estamos en la orilla opuesta no alcanzamos a discernir y del que deberíamos extraer enseñanzas. Álvaro reprocha que en el puesto de mando del independentismo "no hay nadie al timón pero hay mucha gente de un lado para otro, haciendo no se sabe exactamente qué". Artur Mas, "que tenía un timón colgado en su despacho presidencial (…) quiso ser el timonel del procés, pero no disfrutó nunca de la confianza de sus socios, todo lo contrario". Tampoco Carles Puigdemont cumple con los requisitos:

A pesar de ser un independentista de toda la vida, no fue nunca percibido ni tratado como timonel único del proceso; el protagonismo del vicepresident Junqueras y el papel indispensable de los diez diputados cuperos pesaban demasiado.

Ni hablar de "liderazgos compartidos, circunstancia que algunos vendieron como el descubrimiento de la pólvora". Y el hecho de que el nombre de Quim Torra ni siquiera aparezca mencionado en la lista de aspirantes al puesto de timonel que cita Álvaro, confirma la toxicidad del testaferro racista y el desprecio al que se ha hecho acreedor incluso en las filas de su propia tropa.

La voz de alarma

¿El clamor por el timonel único encierra un eufemismo para ocultar que solo un dictador dueño del poder absoluto podría imponer obediencia en una repúblika malparida contra la voluntad de la mayoría social? ¿Sería posible implantar una dictadura en una Cataluña cercenada de España?

¡Sorpresa! Cataluña vivió sometida durante 23 años a una dictadura unipersonal. Lo diagnosticó Josep Tarradellas después de abandonar la presidencia. En una conversación con un grupo de periodistas que recogió el diario El País (2/11/1985), el patriarca dio la voz de alarma con dotes proféticas:

La gente se olvida de que en Cataluña gobierna la derecha, que hay una dictadura blanca muy peligrosa, que no fusila, que no mata, pero que dejará un lastre muy fuerte.

Hoy vivimos abrumados bajo el peso del lastre que dejó tras de sí aquella dictadura blanca. Si la Corona, las instituciones, la sociedad civil y los jueces no paran a tiempo a los caudillos que siguen usufructuando el poder -caudillos cuya zafiedad probablemente avergüenza al embaucador astuto que descubrió la ganga y la explotó junto con su familia durante veintitrés lucrativos años- la dictadura blanca puede degenerar en negra o roja.

El 28-A se votará no solo por la unidad de la España constitucional, sino también contra la dictadura en una Cataluña secuestrada por la camarilla golpista.

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