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Pablo Planas

¿Derrotar al golpismo o a Casado?

No parece que la mejor forma de desalojar a Sánchez de la Moncloa y evitar un Gobierno golpista sea arremeter contra el candidato del PP.

No parece que la mejor forma de desalojar a Sánchez de la Moncloa y evitar un Gobierno golpista sea arremeter contra el candidato del PP.
EFE

No parece que la mejor forma de desalojar a Sánchez de la Moncloa y evitar un Gobierno golpista sea arremeter contra el candidato del PP, Pablo Casado, pero eso es a lo que se dedica con ahínco el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, sin que estén claras a ciencia cierta las causas de tan extraño comportamiento. Resultan encomiables los esfuerzos de Rivera por desenmascarar a Sánchez, su desparpajo e insolencia. Sin su concurso, los dos debates hubieran sido aún más pestiños, pero lo de encararse con Casado no ha tenido el más mínimo sentido.

Como no tiene ningún sentido el fichaje de Ángel Garrido por Ciudadanos, maniobra de bajo calado más típica de los nacionalistas catalanes que de los partidos serios. De entrada, Ángel Garrido no es precisamente un valor en alza. Sustituyó a Cristina Cifuentes en la presidencia de la Comunidad de Madrid, apostó por Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias de PP y después de tan brillante antecedente y segura apuesta fue recompensado con el puesto número 4 en la candidatura para las elecciones europeas. En Ciudadanos se lo han cambiado por el 13 en las autonómicas de Madrid.

Los promotores del pelotazo dicen que, nombres aparte, el caso muestra que el PP está en descomposición, pero contrasta con el discurso regeneracionista del partido naranja propiciar el transfuguismo, porque lo del truco de Ciudadanos no ha sido fruto de un razonable periodo de reflexión extrañado de la vida pública, sino que el popular Garrido ha pasado de una lista a otra y de unas europeas a unas autonómicas en cuestión de horas. Semejante pirueta no está al alcance ni de las mañas seductoras de Puigdemont, y eso que el prófugo ha plagado las listas de las recurrentes refundaciones de Convergencia de viejas glorias y jóvenes promesas republicanas, socialistas y comunistas.

Uno de los múltiples escenarios que suscita la incertidumbre electoral es que el PP acabe como la UCD si no obtiene unos resultados aceptables el próximo domingo, pero tampoco está fuera de las cábalas que se la pegue Rivera. Sea como fuere, los escenarios también incluyen con muchas más probabilidades un pacto de Sánchez e Iglesias con golpistas y exterroristas, riesgo que debería ser suficiente como para que el líder de Ciudadanos concentrara toda su capacidad dialéctica y de maniobra en conjurar ese peligro en vez de dispersar fuerzas y tratar de erosionar a su socio en Andalucía con una pasarela para los restos de serie del marianismo sorayita.

Puede resultar en extremo contraproducente la agresividad de Ciudadanos contra el PP para la propia formación naranja, porque para muchos indecisos de centroderecha se trata de derrotar al golpismo, no de acaparar los restos de un naufragio. Y aún puede pasar de todo. En los antedichos escenarios, y dados los márgenes de error de las encuestas, no sólo cabe que manden los de Torra y el PP se extinga, sino también que Vox supere a Ciudadanos. Los acérrimos de Rivera sostienen que el líder nunca se equivoca y que siempre ha caído de pie.

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