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EDITORIAL

26-M: PP, Cs y Vox deben levantar un muro de contención contra el peor PSOE

Los Gobiernos autonómicos –y los de las principales ciudades– pueden brindar al arco político de derechas una plataforma de poder de importancia extraordinaria para mitigar los estragos que causen Sánchez y sus socios indeseables.

El resultado de las elecciones del domingo dibuja un panorama tenebroso para el centro-derecha. El PP ha caído estrepitosamente y se deja 3,5 millones de votos y 71 escaños respecto a las elecciones de 2016, que ya constituyeron un tremendo varapalo para el partido de Casado. Vox, por su parte, aunque ha cosechado un éxito impensable hace apenas un año, no ha satisfecho las muy altas expectativas que habían generado su irrupción en el Parlamento andaluz y sus multitudinarios mítines de campaña. En cuanto a Ciudadanos, ciertamente ha experimentado un avance notable, más en escaños que en porcentaje de voto, pero no ha conseguido adelantar al PP y convertirse en el líder de la oposición y la referencia del centro-derecha.

La suma de estas tres formaciones ha quedado muy lejos de la mayoría absoluta, lo que ha dejado el Gobierno en manos de Pedro Sánchez y sus socios, a cual más tóxico para España. Especialmente preocupantes son los resultados de los nacionalistas en Cataluña, tomada por los golpistas, y en el País Vasco, donde ni PP, ni Ciudadanos ni Vox han conseguido un solo escaño.

El fracaso del centro-derecha ha sido muy sonado, y unos y otros están tratando de diluir sus responsabilidades acusando a los demás de haber actuado con total inconsciencia o deslealtad.

El PP, sin duda el peor parado, asegura que su espectacular caída responde a la división del voto de la que se alimentan Cs y Vox. Sin embargo, Casado no debería olvidar que fue el infame Mariano Rajoy el que, en el ominoso congreso de 2008, invitó a liberales y conservadores a abandonar el PP e irse a otros partidos. Pues bien, eso es exactamente lo que han ido haciendo progresivamente casi siete millones de sus votantes, con el resultado de una pérdida de 120 escaños desde la mayoría absoluta de 2011.

Sea como fuere, una guerra entre los tres partidos liberal-conservadores sería un error imperdonable y suicida a menos de un mes de una nueva cita con las urnas, de la que saldrá una nueva configuración del mapa municipal y autonómico (así como de la representación española en el Parlamento Europeo). En un país tan descentralizado como España, los Gobiernos autonómicos –y los de las principales ciudades– pueden brindar al arco político de derechas una plataforma de poder de importancia extraordinaria tanto para mitigar los estragos que pueden causar Sánchez y sus compinches como para ir avanzando en la imperiosa renovación del propio ámbito liberal-conservador.

Casado, Rivera y Abascal deben olvidarse inmediatamente de las discordias y de las diferencias que les separan y volcarse en las elecciones del 26 de mayo, que tienen que traducirse en un ejercicio de todo punto necesario de contención de la oleada socialista, que amenaza con llevarse tanto por delante. El felón Sánchez no tiene nada de imbatible, para qué hablar de sus turiferarios municipales y autonómicos. PP, Ciudadanos y Vox han de echar el resto y conformar una alternativa real desde la mayor cantidad posible de comunidades y ayuntamientos.

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