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EDITORIAL

¿Qué quiere ser el PSOE: el partido de Múgica y Pagaza o el de Sánchez y Lastra?

El sanchismo es un error crítico que puede acabar con el propio PSOE.

El Congreso de los Diputados volvió a vivir este domingo una jornada oprobiosa, marcada por la infecta chulería de una izquierda cada vez más siniestra que se siente imparable y se quiere impune para dinamitar la Monarquía y el régimen de libertades consagrado en la Constitución.

Adriana Lastra volvió a dejar patente su indigencia intelectual y su fanatismo resentido de rebelde sin causa: incapaz de no dar vergüenza ajena, la desprolija nini asturiana fue nuevamente tremebundo ejemplo de la degradación de un partido, el Socialista, que se dispone a gobernar de la mano de comunistas, golpistas y voceros de terroristas con las manos manchadas de sangre socialista. El PSOE se empeña en no tener remedio y en ser una desgracia para la Nación, por lo que merece tener el mismo destino que no mereció sufrir UPyD, ese muy meritorio intento de refundar la izquierda desde la defensa de España y de la Libertad. Si el partido de Fernando Múgica y Joxeba Pagaza prefiere ser el partido de Sánchez y Lastra y pactar con los herederos de ETA, así como con los secuaces del chavismo criminal y con los supremacistas catalanes que aborrecen con saña a la charnegada del antiguo Cinturón Rojo de Barcelona que tanto poder ha dado tanto al propio PSOE como al PSC, lo justo y necesario sería que implosionara y desapareciera cuanto antes. Ojalá así lo decida el grueso de sus votantes… y haya un partido que los atraiga pero que esté en los antípodas de Podemos y del mamarracho Más País de Íñigo Errejón, insufrible niño bien al que afortunadamente se le está poniendo cara de don nadie.

La abyección la puso la descalificable bildutarra Mertxe Aizpurua, que se engolfó en una diatriba contra el "Estado español" y contra Su Majestad el Rey ante el inexcusable e infame silencio de la presidenta de la Cámara, la socialista nacionalista catalana Meritxell Batet, indigna de ostentar tan importante cargo. Hicieron muy bien Edmundo Bal y Pablo Casado en denunciar su deplorable conducta, de todo punto intolerable y harto reveladora del respeto que merecen las instituciones a los integrantes de la banda de Sánchez.

Tanto el PP como Vox y Ciudadanos volvieron a estar a la altura de las circunstancias, exhibiendo firmeza y contundencia y plantando cara a la peor izquierda que imaginarse quepa. Vienen tiempos muy duros y lo mejor que puede hacer el centro-derecha para afrontarlos es adoptar esa actitud y no perder jamás la cara a un adversario que se comporta como un despiadado enemigo.

En cuanto a Pedro Sánchez, evidentemente perdió la votación para ser investido presidente en primera instancia. Ni siquiera soñaba con conseguir la necesaria mayoría absoluta. Sirva esta derrota del doctor fraudulento para recordar que es un candidato pésimo, que jamás ha suscitado entusiasmo en el electorado, lo que le convierte en un líder extremadamente débil, con un muy magro grupo parlamentario propio cubriéndole las espaldas. Esto, que no suele decirse, lo saben de sobra en la bancada socialista; como saben que el sanchismo es un error crítico que puede acabar con el propio PSOE, que para más inri, y vistos sus repulsivos compañeros de viaje, no puede más que optar a una victoria pírrica.

Así las cosas, ¿de verdad no va a haber "un solo socialista valiente dispuesto a frenar a Sánchez para abrir la vía constitucionalista"? Qué gran favor se harían atendiendo a la patriótica llamada de Inés Arrimadas.

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