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Cristina Losada

¿Economía versus Salud?

Los intereses de la economía y los de la salud no tienen por qué entrar en conflicto.

Habrá pasado desapercibido entre el cúmulo de informes sobre la epidemia, pero no debería. Cuando dos instituciones alemanas relevantes, una en el campo económico y otra en el estudio de enfermedades infecciosas, colaboran para realizar un estudio de los costes económicos futuros de la contención de la epidemia, hay que poner la oreja. Conviene prestar atención. Y es que no se ha hecho aún nada parecido en otros países afectados que, al igual que Alemania, quieren encontrar el modo de compatibilizar la reducción del coronavirus con la reactivación económica. Después de haber conseguido disminuir el número de casos y de muertes es cuando ese problema aparece en toda su magnitud.

¿Qué sucedería si se levantaran todas las restricciones de golpe? ¿Qué pasa si, por el contrario, se mantienen hasta que haya una vacuna? Estas cuestiones, más las intermedias imaginables, tienen respuesta por duplicado. Una, en términos económicos; otra, en términos sanitarios. Una, en caídas del PIB, aumento del desempleo, quiebra de empresas. Otra, en casos hospitalizados, ingresos en UCI, muertes. Lo que han hecho el instituto económico IFO y el Centro Helmholtz de Investigación de Infecciones (HZI) es poner en relación esas variables, mediante modelos matemáticos epidemiológicos y económicos. Son simulaciones. Están sujetas a error y tienen márgenes de error. Pero ofrecen perspectiva.

La perspectiva que dibuja el estudio del IFO y el HZI es el punto en que coinciden los intereses de la economía y los de la salud. De hecho, se titula así: El interés común de la economía y la salud. El trabajo define las condiciones en las que las dos metas resultan compatibles. Para hacerlo, tienen en cuenta el número reproductivo del virus, las medidas necesarias para mantenerlo en ciertos niveles y la estimación de los costes económicos y los efectos en mortalidad de cada uno de los escenarios que proyectan.

Levantar de golpe las restricciones implica que duren más tiempo, por efecto del ciclo conocido: nuevos casos, más muertes y, otra vez, restricciones. Esto aumenta los costes económicos. Pero mantener las medidas más restrictivas hasta que haya vacuna resulta inviable para la economía. Su conclusión es que lo óptimo es una vía intermedia. Consiste en retirar de forma gradual y pausada las barreras que se pusieron para impedir la transmisión del virus. Los resultados del estudio son, si se quiere, de sentido común. Pero el IFO y el NZI lo avalan y afinan. Ponen números. Ponen, incluso, el número reproductivo del virus que conviene mantener para acercarse al óptimo económico.

Frente a la tendencia a contraponer la contención de la epidemia y la recuperación de la economía, como si fueran metas incompatibles de raíz, el estudio alemán muestra el camino para resolver la contradicción aparente. Los intereses de la economía y los de la salud no tienen por qué entrar en conflicto. No hay soluciones perfectas. Todas tienen costes. La buena noticia es que se puede encontrar un punto de equilibrio.

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