El presidente del Gobierno reunió este lunes a lo más granado del mundo empresarial español –por cierto, qué vergüenza ajena da lo suyo, señores del Ibex– para contarles varias cosas de mucho interés, como por ejemplo que por culpa del cambio climático hay incendios y tormentas de granizo en agosto, que sólo hay una humanidad o que es muy importante cambiar al defensor del pueblo para luchar contra la epidemia del coronavirus.
Pero lo principal que dijo Sánchez es que hay estar muy unidos, que los partidos políticos tienen que actuar todos a una, dejar de lado las diferentes ideologías –todas menos el feminismo y el cambio climático, que de eso parece que no hay que moverse ni un milímetro– y hacer lo que sea pero con el acuerdo de prácticamente todo el arco parlamentario. Y cuando digo lo que sea no lo digo por decir: Sánchez pide unidad pero en ningún momento explica alrededor de qué, más allá de vaguedades y generalidades que no llegan ni a declaración de intenciones.
Lo que está tratando de decirnos Sánchez, en suma, es que sólo por hacer unidos lo que sea irá mejor, que sólo por mantenernos en una opinión única y grupal saldremos antes y mejor de esta crisis espantosa.
Es llevar a un nuevo nivel el culto al consenso que ha anegado la cosa pública en los últimos años. El consenso, ese unicornio primo hermano del diálogo por todos buscado y jamás encontrado. Y es, sobre todo, un ejemplo de primera clase de un pensamiento completamente mágico e irracional, hijo y nieto de las procesiones y las danzas del hechicero con las que se convocaba la lluvia o se aplacaba la ira de los dioses. Puro magufismo político promovido desde la misma Moncloa que enloquecía contra los bulos y mandaba al Ministerio del Interior y la Guardia Civil a combatirlos.
Porque, por mucho que lo digan Sánchez, Redondo o el sursum corda, si todos los partidos deciden hacer muy juntitos y unidos las barbaridades que tienen en la cabeza el propio Sánchez o Iglesias, este país se irá al carajo. Por mucha unidad que haya del uno al otro confín del arco parlamentario, si la cosa sigue estando en manos de ministras como las Montero este país se irá a la mierda. Si los Presupuestos fuesen aprobados por 350 votos a favor y cero en contra, seguirían siendo los de este Gobierno desastroso y lo más probable es que este país se encaminase definitivamente al desastre.
Es más, por muy buena fama que tengan el consenso y la unidad, la Historia nos enseña que, excepto en momentos muy concretos, la unanimidad suele ser una señal inequívoca de que las cosas se están haciendo fatal y se acerca la hecatombe. Paradójicamente, uno de esos momentos fue esa misma Transición que los que ahora reclaman unidad llevan años dinamitando, ¡qué cosas!