Dejen de echar la culpa a Iglesias y a Bildu de la maldición de este Gobierno. Dejen de lamentar pasamontañas y moños. Por ellos mismos no son nada. Arnalgo Otegui y sus amigotes pistoleros lo fueron. Ciertamente aterraron a la sociedad española durante décadas. El moños, ni siquiera eso, sólo fue un pobre comparsa de la chulería. Pero tienen la fuerza que tienen. Y en el contexto de fuerzas electorales no son nada por ellos mismos. O no serían nada por ellos mismos sin fuerzas electorales mayores que, a priori, deberían combatirles y neutralizarles.
A veces lo evidente se nos resiste o nos despista. Ni Pablo Iglesias ni Otegui serían nada, absolutamente nada, sin la decisión de Pedro Sánchez de convertirlos en socios preferentes del Gobierno. Como ERC, PNV o la calderilla que le baila el agua en Cantabria o Teruel. Es Pedro Sánchez quien ha elegido y rechazado entre las fuerzas del Congreso, es Pedro Sánchez quien ha sacrificado a su partido, es Pedro Sánchez quien está consintiendo el asalto al Estado de derecho, quien está cuestionando la separación de poderes, quien ha puesto a su servicio los medios de publicación públicos y comprado a buena parte de los privados, quien ha determinado que la Fiscalía General del Estado forme parte de su harén narcisista, quien solivianta a sus dóberman contra la monarquía, mientras él sale en TV apoyándola para aparentar moderación. Es él quien ha dado alas a la plurinacionalidad, quien ha cuestionado al español como lengua común, y legislado su expulsión como lengua vehicular en media España. Es él, Pedro Sánchez, quien ha destruido toda relación política con la verdad y con el principio de contradicción. Ahora ya no sólo miente él, ya lo hace todo el Gobierno. Hasta Marlaska, que no sabe y se le nota.
En su asalto a los cielos, se le ha olvidado que era su socio el que tuvo la idea y el mismo que calificó a este Gobierno de “social-comunista”. Y, presto él a protagonizarlo todo, ha querido ridiculizar las críticas a su gestión exagerándolas con perros de paja: “Se está hablando de un Gobierno social-comunista... Llevo gobernando casi mil días. España no se ha roto, no hay una dictadura, no han venido los bolcheviques, y no va a haber una dictadura franquista". El recurso de un político convertido en un producto de marketing que no distingue la realidad de la ficción, la propaganda de la ciencia.
España no se ha roto, pero está haciendo lo imposible por romperla, no hay una dictadura, pero está gobernando como si lo fuera, no han venido los bolcheviques, pero muchos de ellos viven ya de los presupuestos del Estado. Las violencias históricas no surgen de la nada, sino de un proceso medido, en un contexto adecuado, hasta romper todas las hechuras de la estabilidad democrática preexistente.
Este jeta quiere convertir las críticas a esa deriva exagerando la nota hasta llevarla al esperpento. Nos trae fantasmas bolcheviques como perros de paja para ridiculizarlas. Ya sólo es un relato más entre los muchos que le fabrican las babas de Iván Redondo. Él mismo acabará siendo un esperpento de sí mismo. Como su antecesor en la deriva, ese que le escribe versos a Maduro. Venezuela tampoco es una dictadura. Formalmente. Pero se le parece mucho. Más que ayer, pero menos que mañana. Como su nación de naciones, plurinacional, multilingüística y asimétrica. Progresa adecuadamente, como su logsiana Ley Celaá.
En la película Perros de paja (1971), un paciente y pacífico profesor protagonizado por Dustin Hoffman acabó por convertir en perros de paja a la cuadrilla de macarras que llevaron al límite el abuso contra su hogar. En algún lugar del alma del pueblo español ha de surgir la valentía racional de Dustin Hoffman y humillar con su voto a tanta impostura política.

