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EDITORIAL

Illa no es de fiar

Cabe preguntarse por qué Illa ha asumido el coste de una decisión completamente innecesaria. ¿Qué está ocultando? ¿De qué tiene miedo?

Pese a su incomprensible prestigio en ciertos ámbitos, el exministro Salvador Illa no sólo es responsable de la peor gestión de la pandemia de toda Europa, con decenas de miles de muertos como consecuencia, sino que miente de una manera que quizá sólo esté al alcance de sus semejantes Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

Su negativa a hacerse las preceptivas pruebas de detección del coronavirus para participar en los debates televisivos de estos días puede parecer una anécdota, pero, muy al contrario, es harto relevante.

Y lo es por varias razones. En primer lugar, vuelve a constatarse que Illa y el PSOE siguen moviéndose en la más completa impunidad. Pueden hacer lo que quieran y cuando quieran, porque sus medios afines les permitirán salir del trance sin mayores problemas y sin afrontar ningún coste. La prueba fue la reacción de  la organizadora del primer debate, TV3, que no tuvo el menor problema en vulnerar las reglas que ella misma había establecido para permitir participar en el mismo a un candidato sobre cuyo estado de salud no se tenía ninguna certeza y que, por lo tanto, puso en riesgo a los trabajadores de la cadena y a los otros participantes en el encuentro.

La segunda razón son las excusas que Illa y su entorno han ofrecido: es ridículo intentar hacer creer que cuando se le plantean las normas para ir a un debate el exministro actúa en virtud de la supuesta posición que ha mantenido durante la pandemia, sobre todo porque ha cambiado continuamente: las mascarillas eran desaconsejables y al final son obligatorias, las farmacias no podían hacer test y ya los están haciendo y, por poner un último ejemplo, una comunidad autónoma debía intervenirse a partir de una determinada incidencia, pero después otras han doblado esa cifra y no ha habido intervención.

Por otro lado, no se olvide que fue el mismo Gobierno del que formaba parte Illa el que estableció que en determinadas circunstancias –por ejemplo, antes de viajar– un ciudadano individual debe realizarse pruebas de covid sin formar parte de un cribado masivo. Pero está claro que Illa no se siente concernido por las normas que él mismo ha establecido para todos los demás.

Después, para colmo, y siguiendo lo que ya casi es una tradición en el PSOE de Sánchez, a las primeras explicaciones les siguieron otras contradictorias: que no quería "privilegios como político". Es exactamente al revés: como político, y sobre todo como político de izquierdas, establece sus propias normas, elude las comunes y, en suma, disfruta de los privilegios que él mismo se otorga.

Por último, cabe preguntarse por qué Illa ha asumido el coste de una decisión completamente innecesaria. ¿Qué está ocultando? ¿De qué tiene miedo? Aunque probablemente se acabará sabiendo, es algo que los ciudadanos deberían conocer antes de acudir a las urnas este domingo.

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