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Pablo Planas

Yolanda Díaz y los que no van a cobrar el paro

En fin, lo dicho, qué gran vicepresidenta, oigan. Cinco millones de parados o más y ahí está, hecha un pincelito.

En fin, lo dicho, qué gran vicepresidenta, oigan. Cinco millones de parados o más y ahí está, hecha un pincelito.
Yolanda Díaz. | EFE

Por ignotas e insondables razones, se ha venido en convenir que la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, es una gran ministra, una política de fuste y calado, de largo recorrido, una especie de Cristiano Ronaldo de las ministras y ministros, una suerte de personaje providencial cuya presencia en el Gobierno es una auténtica bendición de la más pura y ética política, una figura apoteósica cuyos contemporáneos somos unos afortunados al poder disfrutar de las formas y el desempeño de su excelentísima y egregia mismidad.

Doña Yolanda es la designada para ocupar la plaza vicepresidencial, sólo que un peldaño más abajo, de Pablo Iglesias, otro crack. Así, donde el hombre del moño era vicepresidente segundo, la titular de la cartera de Trabajo será vicepresidenta tercera por no molestar a Nadia Calviño, en último término responsable del área económica del Gobierno. Estupendo reparto, muy atinado, claro que sí.

Otra cosa es que en España haya casi cinco millones de parados y subiendo. O que el personal atrapado en expedientes de regulación temporal, los ERTE, sea casi un millón. También es otra cosa que no haya atisbo alguno de políticas reales encaminadas a la creación de empleo o al mejoramiento de las condiciones de quienes ya tienen uno. Pero como Yolanda Díaz es comunista y sindicalista, pues los sindicatos están tan contentos y sus líderes tan ricamente instalados en la pasividad contemplativa, mientras crecen las colas del hambre. 

¿Y cómo es que con semejante panorama se puede decir de la señora Díaz que es una gran ministra? Será por comparación. Por ejemplo, no es tan bocachancla como su colega Garzón o el macho alfa que la acaba de promocionar a la vicepresidencia. Ni es tan relamida como Irene (o sea) Montero. No se le conocen, por otra parte, asesoras canguro ni otras que le hagan la manicura o la pelota. Que sea más o menos normal y hasta discreta es su gran atractivo. Igual que de Salvador Illa se dijo que era un buen ministro sólo porque mostraba una cierta urbanidad mientras el personal sanitario no tenía con qué taparse la boca

Así es que Díaz es una gran ministra porque no hace nada, ni bueno ni malo, porque es una incompetente neutra, porque no hace gala, como Iglesias, de su torpeza sino que trata de disimularla, cosa que en este Gobierno es un hito mayúsculo. Y sólo con eso va alcanzar el grado de vicepresidenta tercera mientras millones de personas se van a quedar sin prestaciones por desempleo este próximo mes porque un ataque informático ha tumbado el sistema operativo del Servicio Estatal de Empleo, el SEPE.

Porque, claro, Yolanda Díaz es la bomba, pero casi dos semanas después del ataque el sistema sigue caído, imponderables de la computación. Ya se sabe, el hombre propone y la informática dispone. Y no se le van a pedir cuentas a la ministra por eso, faltaría más. Ni por extensión al Gobierno. Que el SEPE funcione con ordenadores de finales del siglo pasado no es culpa de nadie y Yolanda Díaz es una gran ministra. Por supuesto.

Lo raro es que los piratas informáticos hayan tumbado el sistema por el que el Gobierno tiene que pagar las nóminas de los parados fijos y de los temporales y, en cambio, los sistemas que garantizan el cobro de impuestos permanezcan incólumes, en perfecto estado de revista. Qué casualidad. Y siempre pasa lo mismo.

En fin, lo dicho, qué gran vicepresidenta, oigan. Cinco millones de parados o más y ahí está, hecha un pincelito.

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