En estos tiempos de imposturas y mudanzas políticas, me han impactado dos frases dignas de grabárselas a los líderes políticos en los espejos de sus respectivos baños.
“¡Un poco de pudor, señoría!”, le soltó el presidente Pedro Sánchez al inofensivo Pablo Casado en la sesión de control de este miércoles en el Congreso. No fue la sordidez en sí, fue el aplomo, la convicción, la indignación impostada con que soltó tal obscenidad. Tal como si un violador en serie se presentase en comisaría a grito pelado despotricando contra la ineficacia policial con los delitos sexuales. A la altura de esa indecencia, aseguraba con el mismo cuajo esta otra: en la política española actual hay mucho político narcisista. ¡Vágame Dios, que decía mi abuela! ¡Quién fue a hablar!
¿De qué material tiene el rostro este personaje? ¿Realmente creen que el control de los medios garantizan su credibilidad? ¿Que la verdad ya no depende del objeto en sí, sino de la capacidad que tenemos de garantizar su difusión? ¿Iván Redondo y Pedro Sánchez están convencidos de que el medio, y el control de su capacidad de difusión sobre el adversario político, determina su eficacia, y por tanto su credibilidad?
Estamos en manos de falsos psicópatas creados a medida del consumidor por gabinetes de comunicación. A Pedro Sánchez le acabarán incriminando por intrusismo profesional en la Academia de Cine. Ya están tardando en darle un Goya.
Si Pedro se ha doctorado en cinismo, Inés Arrimadas lo ha hecho en sectarismo. Sin advertirlo. El colmo en alguien que dice combatir al nacionalismo: "Hay personas que estaban en Ciudadanos, pero no son de Ciudadanos". Y, como loros, Carlos Carrizosa y sucedáneos aplicaban la sentencia con vulgares ripios: los que están pero no son, cuanto antes se vayan, mejor. ¡Increíble! En mitad del naufragio, en lugar de reconocer la emergencia, se atrincheran en la bodega a cal y canto. ¿Alguna vez tuvieron conciencia de por qué nació Cs?
Sorprende su desconocimiento del enorme entusiasmo que levantó la cristalización de Cs en 2006 después de veinte años de Resistencia al nacionalismo poniendo piedra a piedra docenas de personas anónimas con ideologías distintas y un mismo sentimiento contra el nacionalismo obligatorio, por la libertad lingüística y la defensa de España como espacio del bien común. El activo mayor de su irrupción fue la colaboración de liberales, socialistas y conservadores unidos con el objetivo de neutralizar al nacionalismo.
Y ahora nos vienen con eso de “no es lo mismo ser que estar”. Vaya, aquellos que justifican sus fechorías últimas en nombre del centro y la gobernabilidad, los mismos que repiten “ni rojos ni azules” sin saber bien, bien, qué significa, no son capaces de entenderse con su propia diversidad interna. ¿Qué diferencias quieren ayudar a reducir si son incapaces de tolerar al compañero? ¿Qué respeto puede inspirar un partido que dice querer acabar con la mentalidad sectaria e identitaria del nacionalismo, si en una sola frase sacraliza lo peor del nacionalismo: la exclusión de los que no coinciden con la identidad verdadera? A un lado los auténticos catalanes, al otro los charnegos, los ciudadanos de segunda, los males catalanes; vamos, los enemigos que están impidiendo la libertad de Cataluña.
A esta altura de la película, más les valdría no ensuciar más la memoria de quienes hace 15 años crearon un sueño y colaboren con Isabel Ayuso. El 4 de mayo en Madrid no se celebran una elecciones autonómicas, es un pulso entre España y sus enemigos. Y Cs debería saber dónde estar, ahora que estorba más que ayuda.
Esto puede que en Madrid parezca mero reduccionismo. Caer en la trampa de la polarización. Y tendrán razón. Quienes vivimos en territorio hostil lo vemos de otra manera, porque lo sufrimos de otra manera.

