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Pero ¿hay una política exterior?

La política exterior y sus líneas maestras apenas se someten a evaluación, control y crítica públicas.

La política exterior y sus líneas maestras apenas se someten a evaluación, control y crítica públicas.
EFE

El fugaz encuentro de Biden y Sánchez ha mostrado algo más que las facetas del ridículo que puede hacer un Gobierno cuando quiere presumir de una especial cercanía con el presidente de los Estados Unidos y tiene que contentarse con una brevísima coincidencia en un pasillo. Más aún si, a la vista del encuentro filmado, da la impresión de que Biden no tiene claro quién es el individuo que camina a su lado durante 39 segundos tratando de hablarle. O sí lo tenía claro, y de ahí.

Porque Biden no es un recién llegado. Ya llevaba tiempo en política cuando González hizo aquel llamativo y farisaico referéndum de la OTAN, y de eso han pasado treinta y cinco años. El mismo Biden presidía el poderoso comité de Relaciones Exteriores del Senado cuando el 11-S y las guerras de Afganistán e Irak, a las que dio aprobación entusiasta en su momento, mientras aquí los socialistas armaban la gran tremolina en contra, condenaban a Aznar por la foto de las Azores y su líder se sentaba al paso de la bandera de Estados Unidos.

El propio Biden, ése que ahora despierta la admiración de nuestros progresistas en el Gobierno, al punto de que le han estado citando como si fuera de los suyos, seguía implicado en la política exterior de su país cuando Zapatero, de un modo unilateral y sorpresivo, ordenó retirar las tropas españolas de suelo iraquí, tropas que no estaban allí para combatir, pese a lo que tantas veces se ha dicho. Bien se puede concluir, por tanto, que Biden está al corriente de esos y otros momentos estelares de la política exterior española.

La cuestión, no obstante, es que este tropiezo no es sólo de Sánchez. Es de España. Y los que claman, tras episodios como éste, que nuestro país pinta poco o nada en la arena internacional deberían extender su crítica. No es que España no pinte nada cuando hay presidentes socialistas y pinte mucho cuando hay presidentes del PP o viceversa. Es que pinta o no pinta en función de que haya o no haya una política exterior digna de ese nombre. González llegó a tenerla, y Aznar, sin duda, la tuvo. Pero a partir de Zapatero y hasta hoy, ¿ha habido alguna política exterior constante y congruente con los intereses de España?

Es curioso que, en un país donde se está tan pendiente de la opinión que se tenga de ciertos asuntos internos en el exterior, y hay una hipersensibilidad manifiesta a lo que se publica sobre España en la prensa internacional, resulta que la política exterior y sus líneas maestras apenas se someten a evaluación, fiscalización y crítica públicas. Tal indiferencia sólo se rompe cuando se produce algún incidente, más o menos grotesco, que se pueda usar en la batalla política cotidiana. O, lo que es lo mismo, cuando, en lugar de hacer política exterior, un Gobierno quiere utilizarla para sus intereses publicitarios. Y, como es el caso, quedan en ridículo tanto ese Gobierno como España.

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