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Cristina Losada

Los juguetes esquiroles

Ni los más acérrimos enemigos del comunismo podrían ridiculizar más al comunismo que Alberto Garzón.

Ni los más acérrimos enemigos del comunismo podrían ridiculizar más al comunismo que Alberto Garzón.
La huelga de juguetes impulsada por Alberto Garzón | EFE

Desde que los ministros convocan huelgas, las huelgas no son lo que eran. Y no porque la convocada por el ministro de Consumo fuese una huelga de juguetes. A fin de cuentas, ésa es prácticamente la única huelga que pueden convocar hoy desde un ministerio. Huelga de juguetes o de juguete, que para el caso es lo mismo. Pues nadie esperará que desde el progresista Gobierno de España apoyen y aún menos convoquen huelgas de trabajadores. Y el Gobierno progresista no va a respaldar de ninguna manera huelgas de trabajadores, no porque falten motivos para hacerlas, sino precisamente porque sobran. El dilema, en esta situación, para unos partidos de izquierdas como los que forman el Gobierno, es diáfano: o nada de huelgas o huelgas de juguete(s).

El ministro Garzón, antes conocido por su recetario de cocina, optó en ese dilema por la huelga de juguete(s), aunque muy rebajada, ya que la convocó simbólica y de una sola hora. Una hora entera sin juguetes debió de parecerle eterna al ministro. Seguro que lo fue. Una hora de juguetes caídos en un ministerio puede provocar un aburrimiento mortal. Sobre todo en un ministerio que ya es un juguete, uno especialmente ensamblado para Garzón, al que por cuota había que colocar, sí o sí, al frente de alguno. Pero, en fin, se convocó la huelga, se le dio la consabida y costosa publicidad, los medios se hicieron eco y, llegado el día y la hora, resulta que nada, que la participación fue minúscula. La gran mayoría de los juguetes, salvo unos pocos adscritos a la nómina ministerial, siguió con su actividad como en un día cualquiera. ¡Cuánto esquirol hay en la juguetería!

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Fotograma de la controvertida campaña del Ministerio de Consumo.

Ni los más acérrimos enemigos del comunismo podrían ridiculizar más al comunismo que Alberto Garzón. Ni se podría ejemplificar mejor que con esta esperpéntica huelga la distancia sideral que separa a Garzón, a su partido y al propio Gobierno del mundo y de la problemática de los trabajadores. Ni están en ni se acercan al mundo de los trabajadores. Luego gritan cuando hay obreros que votan a partidos de derechas. O les llaman desgraciados. Ha ocurrido. Pero cómo no van a alejarse los trabajadores de unos partidos que no hablan como los trabajadores ni para los trabajadores, y que los han abandonado. Hablan para una casta de ungidos que miran por encima del hombro a los que están en los andamios porque les preocupan cosas básicas como el empleo, los salarios o el alza del coste de la vida, y no asuntos como la (supuesta) publicidad sexista de los juguetes. Lo raro es que algún trabajador les siga votando.

Con Garzón se escribe el epitafio del PCE: el comunismo español empezó convocando huelgas generales revolucionarias y acabó por convocar huelgas de juguetes. Éste, y no el de 1989, es el fin de la Historia.

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