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Carmelo Jordá

Entre el nazismo y la Camorra

No tengo nada claro qué es peor: si la arbitrariedad y la injusticia de la Agencia Tributaria o el afán de ser turba de los medios de comunicación.

No tengo nada claro qué es peor: si la arbitrariedad y la injusticia de la Agencia Tributaria o el afán de ser turba de los medios de comunicación.
LD

La Agencia Tributaria publicó este lunes la lista de las personas que en teoría le deben fuertes sumas de dinero. Digo en teoría porque en realidad es mentira: la lista recoge aquellas deudas que una inspección ha decidido que tiene el contribuyente, pero uno puede verse señalado como un leproso del sistema sin que una sentencia judicial certifique que los inspectores tienen razón.

Es una condena completamente extrajudicial y son métodos a mitad de camino entre los que usaban los nazis y los de la Camorra: por un lado señalar a los presuntos culpables como se señalaban las tiendas de los judíos; por el otro, la extorsión mafiosa en todo el proceso: acepta las sanciones ya, no recurras o te verás en la lista en la que nadie quiere estar, serás señalado, será culpa tuya, nosotros en el fondo no queríamos hacerlo, pero no nos queda más remedio… En fin, ya saben a qué me refiero.

No obstante, tengo que reconocer que no tengo nada claro qué es peor: si la arbitrariedad y la injusticia de un estado que se pasa los derechos básicos de sus ciudadanos por el arco del triunfo o el afán de ser turba de los medios de comunicación, que con muy escasas excepciones tardan segundos en publicar la lista y señalar a los 'culpables' en las partes más visibles y llamativas de sus portadas o en los primeros minutos de su carísimo tiempo televisivo.

El juez Lynch es un ejemplo de las virtudes del derecho y un legalista convencido al lado de esos periódicos y esas televisiones que en lugar de denunciar el atropello salen a las calles de la opinión publica armados de las antorchas del escándalo, prestos a quemar en una pira cualquier reputación, arrastrar por el barro los nombres que puedan, sean culpable o no, sean de verdad defraudadores o, como ocurre en tantos casos, en realidad sólo se trate de otras víctimas de un sistema fiscal montado sobre la extorsión y el terror.

Lo más triste es que si los medios hacen eso es porque esa carnaza le encanta a una sociedad idiotizada, que está cada día más enferma de envidia y en la que han logrado prender dos de las mayores mentiras contadas jamás al pueblo: aquella de "Hacienda somos todos" y, sobre todo, la milonga de que cuando alguien paga menos impuestos a otros nos toca pagar más.

Desengáñese, querido lector, usted ya paga por trabajar, por comprar y por vender, por tener un coche y por usarlo, por heredar y por morirse, por beber y por fumar, por vivir en una casa o por alquilarla… En resumen: usted paga impuestos todos y cada uno de los días de su vida e incluso más allá de su muerte, es casi imposible que pague más y, desde luego, eso no dependerá de que Hacienda siga amargándole la vida a Xabi Alonso como si fuese un delincuente más peligroso que el estrangulador de Boston. Al contrario: lo único que evita que el pie camorrista y cuasi nazi de la Agencia Tributaria apriete aún más nuestro cuello es que haya alguna posibilidad de esquivar, al menos en parte, su presión, si no la hubiese estaríamos todos expoliados más allá de cualquier límite.

Precisamente por eso la camorra fiscal está dispuesta a usar todas las armas a su alcance, incluyendo los linchamientos públicos y el escarnio de aquellos que, o bien han cometido un error, o bien han sido víctimas de una inspección un poquito más inmoral que las demás. No les hagan el juego a los mafiosos, no comenten esas listas ni esos nombres, sean dignos y no participen del linchamiento de ciudadanos inocentes.

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