
Estas son unas elecciones raras. Las autonómicas allí nunca han llamado la atención porque siempre gana el PP y porque invariablemente han ido escondidas entre las demás los días de municipales y autonómicas. Pero esta vez serán por primera vez las únicas elecciones de ese día. Y será así porque lo quiso Pablo Casado para demostrar, aprovechando la grisura de Mañueco, que parecía que no pintaba nada en esto, que no es Ayuso la que gana las elecciones cuando gana el PP, sino él, Pablo Casado. Al final, la mediocridad de los dos varones se ha impuesto. Mañueco se ha empeñado en asomar la cabeza para demostrar el poco tirón que tiene. Y Casado ha terminado por esconderla para que no se vea lo poco que tiene en ella. Todo bien salpimentado con el espectáculo de que el Gobierno apruebe una reforma laboral que perjudica especialmente a los empresarios agrarios con el voto de un diputado del PP. Así no hay quien gane. Si el PP baja de los 35 escaños, el resultado será un rotundo fracaso. Y si sube de ahí habrá salvado los muebles gracias a la presencia en campaña de Ayuso, convocada a última hora para que aplique a Mañueco sus poderes taumatúrgicos. Hasta para hacer maldades son torpes porque se han colocado en una situación en la que el fracaso, de producirse, será de ellos y el éxito, de haberlo, será de la madrileña.
En el PSOE han dado tres cuartos al pregonero para que se sepa que están remontando en sus encuestas privadas. Sánchez es tan marrullero que no hay forma de fiarse. Puede que sea verdad, y por eso se ha ido a Burgos a mitinear con Tudanca y Zapatero. Pero también puede que sea mentira y se trate de una prolongación de la estrategia de Tezanos, consistente en decir en cualquier caso que van a ganar para animar a su electorado a votar, ya que, aunque no ganen, los resultados siempre serán mejores. Si fuera una grosera mentira, eso de que el PSOE está subiendo en las encuestas, no sería ni noticia. Si hoy lo es, es porque podría ser verdad. Y, si es verdad, resultaría que es el PSOE y no Vox el beneficiario del desfallecimiento del PP.
Eso significaría que Vox ha tocado techo y ya no es capaz de subir, por mucho que entre en barrena el PP, que es lo que da votos al partido verde. Y lo sería hasta el punto de que los desencantados del partido de Casado prefieran votar a algo tan poco apetecible como el PSOE de Sánchez. Quizá haya llegado el momento de que Santiago Abascal comience a pensar en que más pronto que tarde tendrá que echarse a andar y recorrer el camino que Marine Le Pen lleva hollando desde hace unos años. Vociferando constantemente, rayándose con la inmigración ilegal, poniéndose de perfil con las vacunas, llevando todo a los tribunales, con razón y sin ella, no se levanta un partido capaz de ganar unas elecciones. No se trata de renunciar a las ideas, sino de transmitir serenidad y eficacia. Algún día pasará.
