Está el F.C. Barcelona mejor, saliendo del hoyo, sacando la cara y divisando la tierra tomando algo de aire. Está el equipo de Xavi en una dinámica mejor de lo que estaba hace un mes y medio. En Valencia presentó un ejercicio de liberación, de contundencia. Cinco tiros a puerta para cuatro goles. Y eso ya es mucho para un equipo deprimido este año.
Le salió todo en el campo del Valencia. Por salirle le salió hasta ser sólido en defensa, algo que no había experimentado este año. Sólo el gol de Soler nada más volver de los vestuarios acrecentó algo el nerviosismo pero la primera parte había valido para solventar tres cuartos del partido si no pasaba nada raro. Un 0-3 con dos goles de Aubameyang y otro de Frenkie De Jong en la mejor primera mitad del año.
Fue marcar el Valencia y se disipó todo. Se jugó ya más lento, se terminó el ímpetu del equipo local y el gol de Aubameyang (en realidad de Pedri, el autor merecido del tanto, no el reglamentario que es el gabonés) acabó por dormir el encuentro. A partir de ese momento fue media hora de relax, nada sucedió en el transcurso lento de los minutos. Y así el Barcelona solventó una de las salidas más complejas que le quedan en la temporada.
Tendrá que mantener este ritmo y no será fácil el resto de la temporada. Pero no parece improbable que el equipo lo haga. Se ha quitado disgustos de encima, presión y ahora ve que le salen las cosas mucho mejor que antes. Alternó ayer dos goles de combinación con uno al más puro estilo directo. Y eso es fútbol también. El Barça ha ganado trece puntos de los últimos quince en Liga y se ha aposentado en una cuarta plaza que, lejos de ser definitiva, por lo menos da moral, da impulso para lo que pueda venir.
En Liga lo que viene es el Athletic, el Elche, Osasuna y el Bernabéu antes del parón de selecciones de finales de marzo. En la Europa League es más problemático solventar en el infierno del Diego Armando Maradona el partido ante el Napoles este próximo jueves. Dirán muchos que alguno de los goles de ayer se lo podrían haber guardado para esta cita. Eso es otra historia.
Destacó ayer Dembélé, lejos de casa donde será más feliz que en el Camp Nou donde será pitado, me temo, hasta final de año. Lejos de la multitud y del murmullo incómodo el francés es un jugador grandioso. Lo es también en la dificultad de saberse observado y criticado en cada balón que toca. Pero ayer, en Mestalla, hizo una primera parte de escándalo. Demostrando el jugador que es, siendo como los grandes de este deporte, asumiendo la responsabilidad.
Y parece que se ha terminado de forma abrupta la guerra con entrenador, directiva y presidente. Si alguna vez hubo guerra porque empiezo a pensar que no pasó nada. Que todo fue de cara a la galería, para presentar un problema que no había ante el riesgo de que no viniera nadie. Pero siendo Dembélé el jugador que es y asumiendo que su cabeza no está siempre donde debe estar, es un apoteósico jugador de fútbol. Y eso es lo que cuenta. Se empieza a atisbar la sensación de que Laporta nunca le quiso fuera, que Mateu Alemany dijo lo que dijo por la situación y que, por supuesto, Xavi siempre le quiso con él. Es uno de sus guerreros.
Y en esta temporada en que todo lo que pase parecerá ya hasta normal se encuentra el Barcelona cuarto en la tabla y teniendo las mejores sensaciones del curso. Se encuentra el equipo en esa posición en la que está un mal estudiante teniendo unas notas buenas durante un tiempo. Y la madre que se encuentra a medio camino entre creérselo y no. Así está el aficionado culé cada vez que ve un partido. Pero por el momento se frota los ojos con lo que ve.