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Daniel Blanco

El fantasma de Xavi

Decir que te vas sin irte del todo es, quizá, la peor forma de irte.

Decir que te vas sin irte del todo es, quizá, la peor forma de irte.
FC Barcelona

Sin darse cuenta del terremoto que iba a producir y sin pretenderlo, Xavi Hernández hizo el pasado 27 de enero uno de esos anuncios que nunca dejan indiferente. Sin saberlo y sin querer hacer daño pensó que lo mejor era marcharse pero hacerlo en diferido. O sea decir que te vas sin irte del todo que es, quizá, la peor forma de irte.

Tras aquella derrota ante el Villarreal (3-5) se presentó ante los medios y dejó que la presión le desbordara. Arrojó desde sus adentros todo lo que llevaba metido desde noviembre de 2021, fecha en la que se hizo cargo del Barcelona. Todo lo que pensaba decir y se guardaba, todo lo que le salió de repente lo soltó en un alegato mitad de derrotado, mitad de querer salvar algo que es insalvable. La temporada del Barcelona, a no ser que se obre un milagro de grandes dimensiones, va a ser un desastre.

Quizá todo lo hizo sabiendo las consecuencias. Imaginemos, por un momento, que Xavi sí sabía qué pretendía, si quería hacer daño y quería, precisamente, irse sin hacerlo del todo. Que Xavi lo tuviera todo planificado en una especie de plan maquiavélico. Si la temporada sale mal, él ya avisó de todo. Si la temporada sale bien, dirá que quería quedarse porque es muy culé.

En el fondo, ese sentimiento profundo de barcelonismo es por lo que, creo, se ha mantenido en el cargo. Es, sin dudar, la peor de las decisiones pero ya el entrenador no tiene nada que perder. A partir de ahora, los silbidos, quejas y broncas del público irán a la directiva. Esa que no ha sido capaz de entender nada de lo que le decía la anterior gestión. Justo cuando peor lo hace tu antecesor, tú te inmolas y lo haces rematadamente mal.

Eso sin contar que hace tiempo todo huele mal en el seno del club. Ha habido mala gestión, impresentables dirigentes, insólitas decisiones de fichajes. Ha habido un pago deliberado al vicepresidente de los árbitros que se prolongó en el tiempo diecisiete años. Ha habido de todo en ese club y todo, parece, que está pasando inadvertido. No para el resto de España, que es lo que importa pero sí en un determinado grupo de prensa en Barcelona que también importa y mucho. Porque si no tienes deseo de autocrítica nada puede ir bien.

Va mal hasta el responsable de prensa que tiene Xavi Hernández. No es un jefe de prensa al uso, que eso ya tiene el club. Es un asesor que, en principio, le iba a decir a Xavi cómo hablar en rueda de prensa o mejorar esas cosas que tiene el técnico desde que era jugador y que impide al aficionado medio congeniar con él. Porque Xavi, digámoslo, es un tío difícil. Con gusto para la excusa y con un toque de ironía insoportable para el que no es aficionado del Barça. El típico tipo que, como jugador, sólo te caía bien si eras culé. Si no, adiós. Y como entrenador pasa lo mismo.

El asesor en cuestión no ha debido dar grandes resultados porque Xavi sigue siendo un desastre de comunicación, ha tenido siempre perdida la batalla contra los que, con razón, le ponen pegas. Xavi siempre ha tenido tiempo de acordarse de alguna cosa superficial antes de ahondar en un tema importante. Y eso se lo compra poquísima gente.

Lo último que nos hemos enterado estos días es que Deco, su director deportivo y su compañero de equipo cuatro años, ha dicho en Portugal que el modelo está acabado. En rueda de prensa el entrenador no podía creer la pregunta que le hacía un compañero porque no podía creer que el portugués hubiera dicho eso. Pero parece que sí lo dijo y, en un nuevo ejercicio de falta de transparencia, el club ha rectificado en nombre de Deco para decir que fue "una mala interpretación de sus palabras".

Con esta guerra y este clima y con Xavi todavía de entrenador llega el Nápoles en Champions y llega un infierno en Liga que le hará al club estar cuatro meses largos de estadio en estadio sin saber qué hacer. Por eso Xavi, quizá, midió mal todo aquel 27 de enero. O no. A lo mejor nos hizo pensar una cosa que no es o quién sabe. Lo que sí sabemos es que él es un fantasma que deambula por el estadio Olímpico y por la ciudad deportiva. Un fantasma que ya se ha ido pero que aparece todos los días ante sus jugadores.

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