Una puerta se abrió en un despacho aparentemente frio y, de repente, la escena se volvió de lo más trasparente. El director deportivo del Girona, Quique Cárcel, recibía a Miguel Ángel Sánchez Muñoz, Michel, técnico del equipo. Era el lunes 18 de octubre de 2021 y el equipo de Montilivi acababa de perder 1-3 ante el Huesca en casa. Ocupaba, por primera vez en la temporada, puestos de descenso a Primera RFEF y nadie daba con la tecla. El fútbol, que es como es, le debía denegar al técnico la opción de seguir porque este mundo es muy complicado. Sin embargo, Cárcel le recibió con una sonrisa. "Esto lo sacamos adelante, mister".
A partir de ahí la historia se cuenta sola, con números que no dejan lugar a la duda. Antes de navidad de aquel año el equipo empezó a crecer y en febrero ocupaba puestos de play off. Aguantó el tirón el Girona, se clasificó sexto y eliminó, como muchas veces han hecho los clasificados en ese lugar, a Eibar y Tenerife, para plantarse en Primera división. El milagro se había producido. Además con tintes épicos porque en las dos eliminatorias el equipo catalán tenía un resultado negativo en el partido de casa (0-1 ante el Eibar, 0-0 ante el Tenerife)
El año en Primera el fútbol se volvió mágico en Montilivi y el equipo acabó rozando Europa. En noviembre de 2023, dos años después de aquella reunión donde era complicado ver un futuro brillante, el Girona es líder de Primera División. Jugando al fútbol como los ángeles y habiendo perdido tan sólo cinco puntos (una derrota ante el Madrid y un empate en San Sebastián). Por el camino una victoria en Sevilla, otra en Pamplona y otra en Villarreal y mostrándose muy seguro en casa donde ha goleado a sus rivales en tres de los seis partidos. Una locura.
Cuando David Vinuesa y servidor le entrevistamos en marzo de 2021 en el podcast de esta casa Dentro del Vestuario, Michel nos atendió seguro de sí mismo, sin dudas pero con una espina clavada en el corazón. No le habían salido bien sus proyectos en Primera. No le dejaron terminar el año en el equipo de su vida, el Rayo Vallecano y en el Huesca fue destituido en enero de ese año, dos meses antes de la entrevista. Por eso Michel nos mostró su mal sabor de boca. Pudiera pensar el míster que no le daba para entrenar en Primera pero lejos de eso optó por probar varias cosas, no sin antes reunirse con su equipo de trabajo. Había que hacer retoques porque la vida le volvería a dar una oportunidad.
Por eso cogió ese verano al Girona que acababa de plasmar en el césped otra decepción al verse eliminados en un play off. Michel aceptó el reto de devolverlo a la máxima categoría pero nada iba a ser fácil. Prueba de ello, el camino que siguieron, muy empedrado y con constantes obstáculos. Con continuos quebraderos de cabeza que pueden hacer que tires la toalla.
Ahora al madrileño le sonríe todo. El equipo vuela, las variantes se ven todos los días. Cambia el jugar con tres centrales para mejor salida de balón, opta a veces por la defensa de cuatro y piensa y repiensa todos los partidos. El producto del trabajo ya se está viendo.
Y vendrán mal dadas, lo sabe él, lo sabe todo el mundo del fútbol. Porque los grandes ganan casi siempre. Ganan jugando bien y ganan casi siempre, jugando peor. El Girona ha de jugar de manera excelsa para vencer porque el día que no lo hagas las individualidades no te llegan como les llegan a otros.
Por el momento arriba están, con 31 puntos de los 36 posibles, de auténtica ciencia ficción. Una historia que se cuenta sola. Desde la bajada a los infiernos, de ver cerca la tercera categoría del fútbol español. De ver en las propias carnes cómo ir a entrenar se veía como un suplicio. Desde aquella reunión con Quique Cárcel hasta hoy. Lo que es, a veces, la confianza de quien te la tiene que dar. No hay más historia en este mundo del fútbol.