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José García Domínguez

"No a la guerra, sí a Eurovisión"

Nuestra Europa y su Rusia viven en el mismo espacio geográfico, pero en dos órdenes temporales distintos

El cuerpo sin vida de un soldado yace junto a un APC ruso quemado después de que el ejército ucraniano lo atacara. | EFE

Sostenían los atenienses antiguos y sabios, como Polibio, que la monarquía degenera en órdenes tiránicos; la aristocracia, en oligarquía de los potentados y poderosos; y la república, en el zafio griterío de demagogos y charlatanes en constante pugna dialéctica por ganarse la voluntad de un pueblo influenciable e ignorante y, por ello, siempre susceptible de ser manipulado. Él, Polibio, propugnaba como ideal un sistema de gobierno que reuniera las virtudes, pero solo las virtudes, de cada uno de ellos. No se le pasó por la cabeza, sin embargo, que en el mundo real podría llegar a existir un sistema que aunase en su seno lo contrario, esto es, lo peor de los tres modelos. No imagino que algún día podría existir algo parecido al Imperio postsoviético que preside Vladimir Putin.

El mismo Putin que estaba hablando muy en serio, ahora lo sabemos, cuando proclamó enfático que el derrumbe de la URSS había constituido "la mayor catástrofe geoestratégica del siglo". Un siglo, ese en el que siempre ha habitado Putin, que no es el XXI ni tampoco el XX, sino el XIX. Porque nuestra Europa y su Rusia viven en el mismo espacio geográfico, pero en dos órdenes temporales distintos, separados el uno del otro por cerca ya de dos centurias. Así, el de los habitantes de la región occidental del continente, esa cuyos dirigentes máximos acaban de acordar que se excluya de concursar en los festivales musicales de Eurovisión a los exterminadores de Ucrania, remite a un mundo feliz y bucólico donde el comercio libre y el respeto estricto a los derechos humanos han convertido en anacrónico y contraproducente todo recurso a la fuerza.

En sus antípodas morales, justo eso, la fuerza, constituye el argumento rector último del universo donde mora Putin. Y, por cierto, quien está equivocado no es él. Algo que hemos vuelto a comprobar en las últimas horas. Sentenció no hace mucho Robert Kagan con esa lacónica lucidez tan suya: "Si hace dos décadas Rusia se encontraba en el punto en que la Historia llegó a su fin del modo más espectacular, hoy se halla en un momento en que la Historia ha regresado del modo más espectacular". Y nosotros, pendientes de Eurovisión.

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