
La revolución diplomática de Sánchez cambiando nuestra postura sobre el Sáhara ha sido muy criticada por sus formas, obviamente impresentables y dignas del patán que es. Eso no merece mayores comentarios. Por otro lado, el fondo del asunto ha sido también afeado por constituir una traición al pueblo saharaui. En cambio, han sido muchos, incluso desde la derecha, los que han alabado la jugada alegando que, una vez que Estados Unidos y Alemania se habían puesto del lado de Marruecos, y considerando que Francia ya estaba allí, a nosotros no nos quedaba otra que hacer lo propio. Se ha llegado a decir que Sánchez ha hecho un ejercicio de realpolitik.
Demos como hecho consumado que Marruecos ha consolidado su control sobre el Sáhara Occidental y que eso es algo que no se debe ignorar. Pero para Marruecos seguía teniendo mucho valor que nosotros reconociéramos por escrito su soberanía sobre el territorio. Algo debería haber pedido Sánchez a cambio. Veladamente, nuestro ministro de Exteriores dijo que Marruecos se ha comprometido a respetar nuestra integridad territorial. Menudo compromiso. Para empezar, a diferencia de nosotros, no lo ha hecho por escrito. Y, por otra parte, sólo faltaba que tuviera intención de no respetarla.
Si de verdad a Sánchez le hubiera preocupado la integridad de nuestro territorio, habría exigido algo más que un compromiso verbal. Dado que todo arranca de una decisión de los Estados Unidos, que pagó así que Marruecos entablara relaciones diplomáticas con Israel, podía haberse entablado una negociación a tres bandas y que nuestro reconocimiento de la marroquinidad del Sáhara hubiera estado acompañado de una reforma del tratado de la OTAN para que quedaran incluidas bajo su paraguas las ciudades de Ceuta y Melilla. Ésa sí habría sido una buena garantía de que Marruecos respetará nuestra integridad territorial.
También se ha sugerido que esta jugada maestra de Sánchez ha tenido como contrapartida el compromiso marroquí de no mandarnos más emigrantes. Ya. ¿Por cuánto tiempo? Lo mantendrá hasta que tenga que sacarnos una nueva concesión, como buen chantajista que es. Encima, el compromiso es en sí mismo es absurdo. ¿Cómo va a tener Marruecos más interés que nosotros en defender nuestras fronteras? Le pedimos a la guardia fronteriza marroquí que haga con los inmigrantes lo que nosotros no tenemos tripas para hacer y así poder seguir creyéndonos muy buenos sin tener que soportar las consecuencias de la mucha bondad que rezumamos. Si nosotros defendiéramos nuestra frontera con la energía suficiente y evitáramos a toda costa que se pase por ella ilegalmente, no le deberíamos nada a Marruecos y no estaríamos sometidos constantemente a su extorsión.
Aquí no hay realpolitik ni nada que se le parezca. Aquí lo que hay es lo que ha dicho con su habitual sabiduría Inocencio Arias: la amenaza de una nueva oleada de inmigrantes ilegales si no se reconocía por escrito la soberanía marroquí del Sáhara. Y como mucho no habrá invasiones por el tiempo que le quede a Sánchez en la Moncloa. Y el que venga detrás, que arree. Ésta es la fina realpolitik de Sánchez.
