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Embargado por las emociones

La palabra "embargo" es tan tenebrosa que siempre me ha intrigado el origen de su asociación con las emociones y el ánimo.

La palabra "embargo" es tan tenebrosa que siempre me ha intrigado el origen de su asociación con las emociones y el ánimo. En realidad, embargar alude a una acción que trata de impedir, de estorbar, de bloquear, sobre todo y en la vida cotidiana, de limitar el uso de dinero o patrimonio cuando se tienen deudas pendientes. Pero en español el embargo, además, es un estado emocional que nubla la racionalidad, el control de los actos y de los pensamientos. Por eso decimos que la o lo embargó la emoción o que tenía el ánimo embargado. Hasta adverbialmente, nuestro sin embargo significa que algo puede ocurrir a pesar de los obstáculos.

Durante este fin de semana me he sentido embargado por la emoción en cuatro ocasiones. La primera por mi apabullante experiencia indiscutible de la fragilidad de la democracia española. No me refiero ahora a su pirateo por los partidos ni a la debilidad de su cada vez más mercenario servicio judicial. Me refiero a la realidad contundente de que un señor como Pedro Sánchez, con 120 escaños, puede conducir a la ruina, a la disgregación, a la crisis moral, a la rendición y al dominio de la arbitrariedad a una nación como la española. Se sabía que este personaje ni sabe ni quiere saber de democracia, ni de respeto a los adversarios, de ni de favorecer costumbres benéficas ni de comprender que transformar la vida española en un chiringuito de baja estofa es algo terrible por sus consecuencias. Pero a este fraude colosal, el futuro no le importa. Sólo quiere sobrevivir como sea y a costa de lo que sea. Y me embargó la emoción cuando fui consciente de que no puedo hacer nada eficaz para impedirlo. Algo falla gravemente.

La segunda vez en que mi ánimo se ha sobrecogido ha sido con el Proyecto de Ley Orgánica de garantía integral de la libertad sexual. Hasta tal punto que he llegado a preguntar a mi abogada íntima si no sería conveniente redactar un contrato sexual tipo para impedir los linchamientos que se avecinan por la insuficiente redacción de esta ley. Además de identificarse violencia sexual y violencia de género, lo que supone que sólo los hombres pueden ser culpables, se aprueba que sólo hay consentimiento sexual "cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona." ¿Qué actos? ¿Cómo se manifiestan tales actos de consentimiento? ¿Y si se miente? Esta vez el embargo ha recaído sobre la emoción del miedo. Sí, tengo miedo de que cualquier persona sin escrúpulos logre arruinarle la vida a otra. Ya lo hemos visto con las denuncias falsas y con la barbaridad del indulto a una secuestradora de un hijo que no la quiere.

El tercer embargo de mis sentimientos ha procedido de imaginar el dolor de la familia de Marta del Castillo. En este caso, que está adquiriendo oscuras dimensiones, se ha mentido con toda claridad dando paso a un error judicial. El cobarde el Cuco y su cobarde madre mintieron. Esta escoria moral estuvo en el piso de la calle León XIII hace 13 años. Lo ha reconocido. Pero se ha negado a decir que vio, a quiénes vio y en qué situación estaba la pobre Marta. En su primera declaración dijo haber encontrado a Marta ensangrentada como un bulto en el piso. Luego, ya perfectamente asesorado, todo fueron mentiras. Y, de nuevo, la Justicia española defrauda y condena a la familia del Castillo Villanueva a no saber dónde está Marta. Es terrible. Y miserable. Y sí, aterrador, que una cuadrilla de niñatos esté logrando reírse de todos, de la policía y la guardia civil, de los jueces, de su familia y de toda España.

Menos mal que este sábado por la noche sentí embargado mi ánimo por la grandeza de un Real Madrid que tenía olvidado. Aunque en mi infancia coleccionaba estampas de futbolistas y el club de mis amores fue el Real Madrid –mis preferidos eran Puskas y Di Stéfano aunque no le hice ascos a Kubala ni a Collar ni a Antonio Vega Narbona, del Jerez Industrial—, luego mis inclinaciones deportivas se orientaron hacia el tenis dada mi nulidad futbolística. Nunca olvidaré que el equipo rival nos metiera 16 goles en un solo partido siendo yo el portero del Keke, el goleado. Tuvo que ser hacia 1960 o por ahí. Así que ya talludito me sumergí en el tenis que se me dio mucho mejor. Pero ayer volví a revivirme, a recordarme, a reencontrarme. Y fui consciente de lo orgulloso que me siento de Madrid, del Real Madrid de las 14 copas de Europa y de todos sus otros grandes equipos, de una de las ciudades más libres y acogedoras del mundo, de su solidaridad con las demás regiones, de su disposición a reaccionar ante la arbitrariedad y el mandonismo y de su condición de capital merecida de la nación española. ¡Hala Madrid!

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