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Carmelo Jordá

Sánchez no ve la luz

Son unos inútiles, no saben de nada y ni quieren ni pueden aprender.

Son unos inútiles, no saben de nada y ni quieren ni pueden aprender.
Pedro Sánchez. | EFE

Es verdad que la cosa ya había empezado a torcerse antes, pero hay que reconocer que desde la salida de Iván Redondo del Gobierno la factoría de trolas, embustes, cortinas de humo y operaciones de maquillaje varias de Moncloa no es capaz de producir otra cosa que desastres de infame factura y aún peor ejecución.

Como ya hemos dicho por aquí en alguna ocasión, cuando el país seguía funcionando por sí mismo o, al contrario, cuando la situación era tan excepcional que resultaba difícil evaluar la acción del Gobierno… pues íbamos tirando. Pero cuando se ha acabado la pandemia y hay que afrontar el escenario posterior, con sus problemas y sus retos, ahí se han caído con todo el equipo.

Y la caída es dramática porque no son capaces de encontrar un mísero acierto al que asirse: su incompetencia es tal que no aciertan en nada. Pensábamos que Sánchez y los suyos eran sobre todo una pandilla de malvados inmorales y, por favor, que no quede duda: lo son; sin embargo, aún hay otra característica que les define con más precisión: son unos inútiles, no saben de nada y ni quieren ni pueden aprender.

Lo cierto es que no debería sorprendernos: del "Gobierno bonito" de la llegada al poder ya no quedan ni las raspas y ahora cualquiera es capaz de ver que encontrar un ministro que tenga el mínimo nivel exigible de conocimientos en su área es más difícil que encontrar una macrogranja de unicornios.

Además, hay que reconocer que las cosas se complican: los precios se empeñan en seguir subiendo a pesar de que Calviño les ha pedido muy educadamente que dejen de hacerlo; Marruecos y Argelia no parecen convencerse de que su principal prioridad sea amar a Sánchez sobre todas las cosas; y, en conjunto, la realidad toda se niega a plegarse a los deseos y las leyes del Gobierno.

Es posible que sea una conjura mundial en contra de esta buena gente de progreso que nos (des)gobierna, pero también cabe la posibilidad de que estos manazas sean absolutamente incapaces de hacer nada bien y, por suerte o por desgracia, esa incapacidad sale ahora a la superficie con la fuerza de uno de esos gusanos gigantes de Dune.

Ahí tenemos la mamarrachada del precio de la luz: meses esperando, semanas negociando con Bruselas y un resultado final que sería de risa si no supusiese que vamos a seguir pagando recibos de órdago: sólo dos días han bastado para demostrar que la prometida rebaja es en realidad una (otra) subida y, sobre todo, que no es que estos lerdos sean unos intervencionistas, que lo son, sino que además ni siquiera saben intervenir.

Ni en este ni en ningún otro tema Sánchez ve la luz, nosotros seguimos viendo unos recibos como si tuviésemos una fundición en el salón y este Gobierno se apagaría de no ser porque cada pocos días entra en combustión. Si la agonía se alarga, la caída del Imperio Romano va a ser una reunión de Tupperware al lado de lo que vamos a pasar por aquí.

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