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Carmelo Jordá

La OTAN tampoco salvará a Sánchez

Ahora que ya ha conseguido su foto con la momia Biden, es él el que huele a muerto.

Ahora que ya ha conseguido su foto con la momia Biden, es él el que huele a muerto.
Joe Biden y Pedro Sánchez, en la Moncloa. | EFE

Hace cosa de un año, más o menos, muchos analistas políticos se mostraban convencidos de que la inyección de dinero europeo iba a garantizar un cómodo final de legislatura a Sánchez, que tendría la oportunidad de repartir los millones como los Reyes Magos reparten caramelos en las cabalgatas; y, nadando en todo ese dinero, la reelección estaba asegurada.

Yo, que aún recuerdo el exitazo del Plan E y para lo muchísimo que sirvió aquella mamarrachada zapateril, no lo tenía tan claro y en alguna ocasión lo comenté, poniendo precisamente ese ejemplo. Bueno, pues a estas alturas ni siquiera sabemos si el dinero europeo está llegando a algún lado, y ni a corto ni a medio ni a largo parece que vaya a tener el más mínimo efecto en una economía con la inflación desbocada y en la que todos los ciudadanos comprobamos cada día en nuestras carnes y carteras que la vida de un tiempo a esta parte no es precisamente más fácil, pese a las cosas chulísimas que hace este Gobierno de progreso.

Pero como la esperanza es lo penúltimo que se pierde –lo último son las elecciones–, la cuadra periodística monclovita venía deslizando desde hace meses el empujón de imagen que iba a suponer para el presidente la Cumbre de la OTAN en Madrid, con Sánchez pelando la pava con todos los presidentes del mundo mundial y luciendo palmito, que hay que reconocer que eso lo hace bien, aunque sea lo único.

Pues a las primeras de cambio tampoco: Biden ya le ha hecho el mayor feo que puede hacerle sin perder las formas y, por mucho que figure en distintas fotos, en cuanto pase el jaleo descubriremos todos que las fotos ya no dan votos y que, además, lo único que puede salir de esta cumbre son compromisos que medio Gobierno no quiere ver ni en pintura y el otro medio no podrá cumplir por incapacidad presupuestaria.

También se habla mucho de que lo que busca el propio Sánchez no es un impulso electoral sino una jubilación de oro. Nunca se sabe con este tipo de organizaciones de complicadísima política interna, pero sinceramente me extrañaría que lo lograse: por un lado, a estas alturas ya hasta en Ulán Bator saben lo poco de fiar que es el andoba, y un personaje así no vale ni para florero internacional. Por el otro, la OTAN ha sido durante un tiempo algo cuyo fin último no acababa de quedar demasiado claro, pero gracias a Putin ha recuperado un protagonismo que desaconseja elegir como representante a alguien de un nivel tan lamentable como el de Sánchez, incluso para una función que tenga mucho de decorativa.

Resumiendo: la OTAN no salvará al presidente y previsiblemente –ojalá me equivoque– tampoco nos salvará a nosotros de él. Estaremos unos días hablando del tema, habrá más disgustos que alegrías y cuando todo pase y la espuma desaparezca seguiremos donde estamos ahora: con una población consternada por el precio de la gasolina, de la luz y de la cesta de la compra toda a la que lo único que le ofrece es el Ejército del Espacio. Ahora que ya ha conseguido su foto con la momia Biden, es Sánchez el que huele a muerto.

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