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La ceniza como alimento político

Si no hay reacción nacional y democrática, ya verán qué bien vamos a estar todos juntitos, igualados por la ceniza administrada por Pedro Sánchez.

Si no hay reacción nacional y democrática, ya verán qué bien vamos a estar todos juntitos, igualados por la ceniza administrada por Pedro Sánchez.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

Se atribuye al bético-romano Séneca la expresión: "La ceniza nos iguala a todos", una variante de la supuesta y aparente equiparación que produce la muerte y que tanto festejaron las danzas medievales. Con Daniel Rodríguez Herrera, hay que admitir que si hay una foto que simboliza más que ninguna otra a Pedro Sánchez es la foto de la ceniza, en vaqueros y mangas de camisa, ante las ruinas de una zona del parque natural extremeño de Monfragüe. He tardado en caer, porque uno no está para finuras, pero finalmente he comprendido que la ceniza es una imagen muy ajustada para él y los socialcomunistas y separatistas que lidera. El lema proudhoniano destruam et aedificabo, puede dar pie adecuado a esa certera instantánea.

Se trata de una banda que, además de verborrear sobre algunas ideas y propuestas, coincide en un talante muy antiguo que no ha sido modulado por las conquistas de la civilización y la cultura científica y filosófica. Como no les gusta lo que ven porque no ocupan la parte principal del cuadro, se disponen sin más a reducirlo todo a cenizas creyéndose en posesión de recetas magistrales que conformarán un nuevo "mundo feliz", sin preguntar a nadie si esa felicidad les gusta o no. Ellos saben que sí, porque son los intérpretes infalibles de la "ciencia" marxista-leninista-nacionalista, la única verdadera.

En nuestro caso inmediato, como ni a este PSOE, ni al neocomunismo bolivarcubano, ni a los separatistas vascos y catalanes ni a ETA les gustó la salida de la Dictadura, alabada en todo el mundo como ejemplo de evolución pacífica y reconciliación, se trata de dinamitar la constitución de 1978 porque representa todo lo que quisieron destruir desde 1931 a 1939. Es ETA quien llevaba razón —ya lo dictó el de Galapagar— y por eso siguió matando y matando hasta hace nada, a militares y policías, a políticos de la derecha, del centro e incluso del PSOE y a la población civil que hiciera falta. ETA, la demócrata del voto en la nuca, mató para impedir el triunfo de la mala y sucia democracia constitucional. Qué vuelta de tuerca para reducir la historia a cenizas.

Pero hacía falta un desinhibido para perpetrarlo. Procedente de la nada (aparente, porque alguien sabría el por qué y el para qué de su ascensión) empezó reduciendo a cenizas a la mitad de su partido, casi logra incinerar a casi toda la oposición, PP y Cs, no a Vox, ha convertido en polvo al Podemos de Pablo Iglesias, que le quiso gobernar, acaba de calcinar a la delfina gallega que quería sumar y quema y quema sin descanso a quienes le ayudaron a llegar al poder, desde el oscuro Ábalos a Carmen de Cabra, desde Adriana Lastra a Dolores Delgado, por razones médicas feministas. Además, vean cómo arden la situación energética nacional, los usos y costumbres morales, los hechos históricos, la crisis agrícola, la galopada inflacionista y sus efectos salariales y pensionistas, la desestabilización del Magreb o sus maniobras opacas con el gas. Ya ha arrasado la credibilidad de las instituciones como la Fiscalía General, el poder judicial que huele a cenizas, los organismos de control y regulación, desde el INE al CIS, desde el Banco de España, ojo, al Tribunal de Cuentas y los cuerpos de seguridad del Estado (ni la policía ni la Guardia Civil pueden abrasarse más). Podría, y debería, confeccionarse un memorial de cenizales achicharrados por este desalmado. Tiene un libro.

Hay gente que se alimenta de las cenizas. Lope de Vega habló de una señora que comía cenizas y sal. También Moreto, y había místicos franciscanos que animaban a comer pan con ceniza. Lástima de soneto que nos hemos perdido para un Pedro Sánchez que es un comedor de cenizas patrias. Cómo una democracia, que parecía consolidada, europea y anclada en la OTAN, ha podido permitir que un tipo de esta calaña haya llegado al gobierno, tiene que pensarse. Pero ha llegado y, como era de esperar, está reduciendo a una nación de más de 500 años de edad a montones de ceniza de los que parece se alimenta con delectación y provecho.

Hay quien cree, como mi amigo Agapito Maestre, que este sátrapa está incendiando a su propio partido que, asustado ante su combustión, tal vez definitiva, le obligará a convocar elecciones generales antes de fin de año. Otros creen que la ceniza nacional que está dejando por donde quiera que pisa, puede alimentar durante algún tiempo a la legión de colocados y refugiados que lo sostienen.

Si no hay reacción nacional y democrática, ya verán qué bien vamos a estar todos juntitos igualados y nutridos por la ceniza española administrada por este socialcomunista del que las urnas no pueden defendernos, hoy por hoy, después de haberle permitido jugar con su caja de cerillas.

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