
Si observamos el mapa de Ucrania y la extensión de los territorios ocupados por Rusia desde las posesiones de 2014 obtendremos dos conclusiones: Moscú, a pesar de su abrumadora superioridad y en el momento de mayor debilidad ucraniana, no ha conseguido penetrar en ningún frente más de cien kilómetros y lo que es más llamativo: lo ocupado no supone ni el 15% del suelo de Ucrania, que mantiene un inmenso territorio y todo el soporte logístico que este hecho conlleva. En términos de la Segunda Guerra Mundial, Rusia, después de seis meses, todavía no ha salido de Normandía y su posición es cada vez más débil.
La estrategia rusa, una vez fracasada la inicial del colapso del estado ucraniano con la toma rápida de la capital, se ha centrado en fortalecer su presencia en el sur al este del Dniéper, para garantizar el agua y la energía de Zaporixhzhia para Crimea; y en recuperar la región de Donetsk, donde apenas se han producido avances en estos seis meses. La razón es que Ucrania construyó durante años todo tipo de barreras para evitar la incursión rebelde. Así que Rusia estaba inmersa en una operación de envolvimiento por el norte y el sur con el objetivo de ocupar todo el Donbass en unas semanas, cuando de pronto se ha encontrado con una ofensiva de cien mil hombres en Jersón.
Mi percepción es que, asegurada la posición de Crimea con la ocupación del sur del país y con la ocupación total del Donbass, Putin acudiría a una mesa de negociación con hechos consumados que encontraría mucha aceptación en las cancillerías europeas, que ansían una finalización del conflicto y que presionarían a Zelenski en este sentido a cambio de prebendas políticas y económicas.
Estados Unidos, Reino Unido y Polonia saben que esta "negociación trampa" nos llevaría a una situación infinitamente peor, fortaleciendo a Putin y dejando indemne su agresión, de ahí que su creciente apoyo militar a Ucrania busque revertir la situación actual.
¿Churchill contra Stalin?
Si uno observa los movimientos de los últimos meses parece que las operaciones ucranianas las dirige Churchill y las rusas Stalin. Como decía el viejo Winston, para entender el futuro solo hace falta estudiar mucha historia.
Para aligerar la presión en el frente este en el Donbass se ha diseñado una operación en el punto más débil ruso, el que se encuentra más lejos de sus líneas logísticas: Jersón. Ucrania ha concentrado todo su nuevo material y hombres con el objetivo de retornar la ciudad de 300.000 habitantes, la mayor conquistada por Rusia hasta ahora, y desde allí avanzar hacia Crimea.
Moscú, con unas limitaciones humanas enormes, apenas dispone en el teatro de operaciones de cien mil efectivos operativos, casi todos en el Donbass por lo que en estos días a toda prisa envía refuerzos desde Rusia que se encuentran a 300 kilómetros, debiendo cruzar la atacada Crimea y con enormes dificultades por los continuas embestidas ucranianas a las líneas logísticas. No existen líneas férreas ni carreteras operativas en toda la costa ocupada por Rusia así que solo le queda el mar.
Los ataques a las bases y cuarteles en Crimea buscan no solo debilitar la moral rusa, como los bombardeos de Berlín en 1940 o de Tokio en 1942, sino que supone un ataque directo al apoyo logístico. Sin líneas férreas en el sur, el principal apoyo desde Rusia es marítimo, de ahí los continuos ataques a la marina rusa que ya no es capaz de apoyar las operaciones en tierra. El flujo de rusos abandonando Crimea por el único puente que le une a la madre Rusia impide los movimientos de tropas en el sentido contrario. Por primera vez Ucrania ha pillado con el pie cambiado a Rusia, que debe reaccionar sin tener mucha capacidad real de respuesta.
¿Cuáles son las claves de esta situación a la que hemos llegado y qué podemos esperar desde el punto de vista militar y político? Algún día se harán películas de cómo Estados Unidos, Polonia y Reino Unido montaron la mayor operación militar secreta de los últimos cincuenta años. Los centros de entrenamiento clandestinos, las bases aéreas en las que ex oficiales forman a ucranianos no solo en los MIG 29, sino en los A-10 que destrozarán la capacidad blindada rusa, y en un futuro muy corto con los F-16; las líneas de entrega de equipos a Ucrania; las decenas de ingenieros trabajando para poner al día los equipos ucranianos y un largo etc. Pase lo que pase con la guerra, Ucrania será un enemigo militar muy considerable para Moscú y una amenaza mucho mayor de la que Putin nos quería demostrar hace un año.
De la inmensa cantidad de apoyo en sistemas de cohetes, artillería, munición de alta precisión, sistemas de defensa antiaérea, misiles contra carro, debemos quedarnos con los misiles anti radar Harm, con un alcance superior a 100 kilómetros; y con el misil de ataque a objetivos terrestres y marítimos Brimstone, con un alcance de 20 kilómetros. La gran cuestión es cómo han conseguido en unos pocos meses integrar estos misiles en los MIG 29, lo que en condiciones normales llevaría años de trabajo. La respuesta parece ser simple, el avión actúa solo como plataforma mientras que en el asiento trasero se han introducido los equipos necesarios para utilizar los misiles con gran acierto. Los rusos, sin sus radares en el teatro de operaciones, no pueden operar sus aviones ni su artillería antiaérea; si Ucrania se dota pronto de los A-10, la devastación en las filas rusas puede ser total.
Las previsibles entregas a medio plazo con los sistemas antiaéreos NASAMS, la artillería autopropulsada, drones, y munición de alta precisión pueden acabar con la superioridad rusa en cuestión de un par de meses. La superioridad tecnológica es brutal, algo parecido a la película que situaba al portaviones nuclear Nimitz en Pearl Harbour el 7 de diciembre de 1941, algo que todavía hoy nos resulta inexplicable.
Sin embargo, no podemos despreciar a Rusia ni a su capacidad, solo que ahora en Jerson se encuentra en inferioridad y vamos a ver cómo se comportan sus unidades militares ante un entorno muy desfavorable, y cómo es la moral de sus tropas, de esto dependerá el éxito o el fracaso. Si Jersón cae, Ucrania habría conseguido revertir toda la situación y podría en muy serios apuros la invasión de Ucrania y sobre todo a Vladimir Putin.
Si esta situación se produce en los próximos tres meses, muchos en Moscú comenzarán a buscar culpables más arriba, ya que a las inmensas bajas de jóvenes se une la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN y el fortalecimiento de Ucrania. Este escenario sería un fracaso total para Moscú que afloraría las vergüenzas que todavía no conocemos. Hoy en día sabemos que ni la Aviación rusa está operativa, ni la Armada. La supuesta tecnología rusa parece como aquellas ciudades de atrezo de Potemkin. Esta incapacidad nos lleva a poner en duda que Rusia haya alcanzado capacidades en misiles hipersónicos o en otro tipo de tecnologías. Rusia es un gigante con pies de barro, y ahora lo sabemos.
No podemos pasar por alto el intento de asesinato de Alexander Dugin, el ideólogo de Putin, principal asesor y el gran valedor de la guerra de Ucrania, que ha supuesto la muerte de su hija, que cogió el coche de su padre en un fatídico error, y que estaba sancionada también por su efusivo apoyo en los medios de comunicación a la invasión. No se trata de un atentado ucraniano ni occidental, sino que se enmarca en las guerras de poder de los oligarcas rusos. Este atentado demuestra que Putin está seriamente amenazado y que la victoria ucraniana en Jersón sería la puntilla.
El cuidado ruso en moderar las sanciones y los cortes de energía, en permitir la salida del cereal ucraniano e incluso la presencia de inspectores en la central nuclear de Zaporizhzhia, evidenciaban que Putin se preparaba para un acuerdo, pero enfrente se ha encontrado a Zelenski y a Occidente, que por primera vez vislumbran la posibilidad de acabar con la amenaza rusa sobre Europa y sus ramificaciones en América Latina y África, lo que de paso sería un tremendo reforzamiento moral y político frente a China. Los próximos tres meses serán decisivos en la historia del mundo que está por venir.


