
Ravil Maganov no ha sido el primer directivo de Lukoil en morir en extrañas circunstancias desde que Putin invadió Ucrania. En mayo también lo hizo Alexander Subbotin, que falleció en la consulta de un chamán que le suministró veneno de sapo para curarle la resaca. Peor ha sido la epidemia en Gazprom, que ha perdido por suicidio y en pocos meses a cuatro directivos relacionados con la compañía. Leonid Shulman falleció a finales de enero, antes de la invasión. Dejó una nota de suicidio para que nadie dudara de que los cortes en las muñecas se los había hecho él mismo. Alexander Tyulyakov, también de Gazprom, falleció el 25 de febrero, inmediatamente después de la invasión. Éste se ahorcó en el garaje de su casa. Vladislav Avayev, también de Gazprom, murió con pocas horas de diferencia en circunstancias muy similares a las de Sergei Protosenya, de Novatek. Ambos asesinaron a su esposa y a una de sus hijas y luego se suicidaron. Avayev lo hizo en Moscú y a tiros. Protosenya acuchilló a su mujer e hija y luego se ahorcó en Lloret de Mar. Un cuarto hombre de Gazprom, Yuri Voronov, murió en julio de este año. Apareció muerto en la piscina con un tiro en la cabeza y una pistola en la mano. Cuatro suicidios en pocos meses. Esto supera las estadísticas de riesgos de cualquier compañía de seguros.
Además, Mijail Watford, de origen ucraniano y también magnate del petróleo y el gas, apareció ahorcado en su casa de Surrey. Vasily Melinkov, aunque dedicado a empresas médicas, murió en circunstancias similares a las de Avayev y Protosenya. Es decir, apareció muerto junto con su mujer y sus dos hijos de diez y cuatro años en un apartamento de Nizhny Novgorod. Todos por herida de arma blanca y, como en el caso de Avayev y Protosenya, la tesis oficial es que el hombre asesinó a su familia y luego se suicidó.
En total, son nueve. Es evidente que, si no todos, algunos de ellos murieron asesinados por los servicios secretos rusos y por razones relacionadas con la invasión de Ucrania. El último, Ravil Maganov, cometió la imprudencia de criticar públicamente la invasión y exigir un alto el fuego y una solución diplomática al conflicto. En estos casos es siempre interesante que los indicios que apunten al FSB sean lo suficientemente vehementes como para que quienes, disfrutando de posiciones relevantes, tengan la tentación de criticar la "operación militar especial" se lo piensen dos veces antes de hacerlo, no vaya a ser que sientan el irresistible impulso de suicidarse. A veces, para que no haya duda acerca de la autoría, el servicio ha recurrido a venenos imposibles de conseguir por el común. En esta ocasión sin embargo han preferido no ser tan transparentes. A cambio, han sido especialmente crueles en los tres casos en los que la mujer y algunos o todos los hijos del supuesto suicidado murieron con él. Se trata de dirigir un mensaje a los valientes que puedan no tener demasiada preocupación por lo que a ellos les pase, para que sepan que también su familia podría pagar con su vida los pecados que se atrevan a cometer contra Putin. No hay héroe capaz de asumir conscientemente ese riesgo.
