Ya dependemos energéticamente de otros países, si no lo remediamos pronto podremos depender también del exterior para garantizar nuestras necesidades alimentarias.
Acusamos los efectos de una tremenda sequía; "pertinaz" la llamaban en tiempos pasados. No es nada nuevo ni desconocido pero siempre resulta alarmante, por no decir terrorífico, ver el panorama de los embalses en situación de mínimos.
En Alemania han vuelto a verse las llamadas "piedras del hambre": unas inscripciones sumergidas bajo las aguas embalsadas que solo se hacen visibles cuando el nivel desciende de manera excepcional, que es lo que está ocurriendo en esta ocasión en buena parte de Europa.
En España tenemos que acostumbrarnos a vivir sequías periódicas como tributo a nuestro particular clima mediterráneo, pero en manos de nuestro gobernantes está la posibilidad de embalsar, de repartir, de distribuir y de legislar, "Calle vosté y parle vosté", sentenciaba el "Tribunal de las aguas" valenciano.
Pues bien: "Calle usted", castellanizo para imprecar al Ministerio de Transición Ecológica que acusa a los regantes de "despilfarrar" el agua, bien escasísimo en estos momentos.
La agricultura de secano por sí misma no es suficiente para garantizar la mínima disponibilidad de alimentos para nuestro consumo y para la exportación; antes de nuestra entrada en lo que en tiempos se llamaba Mercado Común, antecedente de la Unión Europea, nos cotizábamos como "vivero de Europa". En la actualidad tenemos que tener sumo cuidado para no convertirnos en dependientes agrícolas como lo somos desde el punto de vista energético.
La España agrícola no puede más; falta rentabilidad de las inversiones y del trabajo y ambos suelen ser ímprobos. Solo con el secano queda el despoblamiento y la ruina por no alcanzarse los mínimos necesarios para la supervivencia de la población rural, muy afectada además por el fantasma de la temporalidad de las tareas agrícolas.
Cuando los supervivientes a las dificultades del trabajo agrícola deberían esperar especiales cuidados y sensibilidad por parte de los responsables de la Administración para que la "Transición Ecológica" no lo sea hacia la ruina, reciben en cambio bofetadas como la reciente acusación de "despilfarradores", y como es natural se indignan.
Ya no se riega "a manta de Dios", sino de forma modernizada en un altísimo porcentaje de hectáreas: lo que ocurre es que falta agua porque no se han tomado todas las medidas necesarias para evitar que el efecto de las sequías, siempre previsibles, resulte devastador,
No podemos decir que el proyecto de "trasvase del Ebro" previsto por el PP y derogado ideológicamente por Zapatero antes de nacer fuera perfecto, pero lo que resulta impresentable es que apenas se tomaran medidas sustitutorias, salvo las más que discutibles desaladoras de la ministra Narbona.
Empecemos por aclarar que el agua que el Ebro vierte al Mediterráneo después de alimentar su famoso delta no se "pierde" como muchas veces se afirma: es necesaria para alimentar de nutrientes y aluviones geológicos, como las arenas, el ecosistema costero marino del Mare Nostrum, delicado al ser un Mar casi cerrado y con alta tendencia a las elevaciones de temperatura y salinización.
Otra cosa es que sea necesario desviar parte del agua que el gran río transporta en sus tramos medio y final para utilizarla en planes de riego bien diseñados, con base científica y estudios geológicos bien realizados por comisiones de expertos con existencia real, no "virtuales" o inexistentes como la de los trágicos sucesos de la covid.
El alimento geológico de las playas mediterráneas españolas, tan importantes para el turismo, depende del aporte fluvial de arenas; por otra parte el componente biológico litoral marino necesita los nutrientes aportados por los grandes ríos, para que prosperen algas y plantas marinas y para que se desarrollen con prosperidad los ciclos de la fauna de dichos ecosistemas costeros.
Pero ante la eterna sed de los campos agrícolas es necesario sacrificar una parte del agua del Padre Ebro, aceptémoslo así, pero desde luego nada sobra, simplemente es necesario restar el mínimo posible de caudal al gran río para redistribuirlo en los sistemas de riego que se necesitan y que no consintió la ingeniería ideológica de Zapatero.
Así se defienden los regantes
A través de FENACORE (Federación Nacional de Regantes) los componentes de este importante sector agrícola se defienden del sambenito de despilfarradores con el que pretende tildarles el Ministerio de Transición Ecológica. Basan su defensa en datos tan objetivos como los siguientes: en España el riego del 77’7% de las hectáreas del campo de regadío se realiza mediante sistemas modernizados, sea por goteo o por aspersión. Los sistemas de regadío "a manta" van quedando relegados a un pasado remoto.
Ocho de cada diez hectáreas de regadío se alimentan de sistemas de bajo consumo: la gran evolución de los métodos se ha intensificado en los últimos años y tanto esfuerzo merece apoyo, no descalificaciones ministeriales.
Las grandes sequías no son algo reciente ni consecuencia del dichoso mantra del supuesto e inexistente "cambio climático". Así lo demuestra el reciente afloramiento en algunos cauces fluviales europeos de las llamadas "piedras del hambre", unas inscripciones grabadas en piedras de los mismos cuyo descubrimiento por las sequías anunciaba hambrunas por la "sed" de los cultivos.
En España los embalses, ahora bajo mínimos, descubren edificaciones y pueblos enteros sacrificados por la construcción de embalses en el pasado. Las lluvias volverán, entre tanto ahorremos y mostremos solidaridad con los agricultores en lugar de acusarles.
Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales