
Siempre es triste ver a un cara dura dirigiendo el propio país. Pero da miedo verlo más cara dura que nunca cuando ese país está inmerso en una grave crisis. Sánchez es por supuesto un iletrado, que se trabuca cuando alude a la fiesta judía del Yom Kipur que dio nombre a la guerra árabe-israelí de 1973 o que balbucea cuando tiene que responder sin tener nada preparado. Pero éstos son males muy generalizados entre los políticos españoles de todos los partidos.
Lo malo es la cara de granito que tiene. Le dice al PP que no va a adoptar las medidas razonables que el PP propone porque su Gobierno ya las ha puesto en práctica sin reconocer que las ha copiado del partido de la oposición tras haberlas en principio rechazado. Dice que las empresas españolas no están interesadas en construir centrales nucleares y reconoce con toda su cara que se echan para atrás cuando se les comunica que el PSOE se propone acabar con todas ellas entre 2027 y 2035, unas condiciones que garantizan la ruina de quien ponga reactor nuevo. Dice además que no puede fomentarse lo nuclear porque hay una emergencia climática cuando esta energía puede tener los inconvenientes que se quiera, pero perjudicar al clima no es uno de ellos. Precisamente por eso le han salido últimamente tantos defensores. Acusa a Feijóo de no haber dicho nada de la emergencia climática y de la necesidad de hacer frente a ella cuando él sólo lo ha hecho en el último turno, abusando de su privilegio de hablar el último. Dice reducir unos impuestos que Rajoy no debió subir sin reconocer que ya lo había propuesto Feijóo y sin explicar por qué ha esperado cuatro años a bajar lo que indebidamente subió el PP. Ha hablado en las réplicas de temas que creía que le sacaría Feijóo, a pesar de que nada ha dicho de ellos, simplemente para ocupar cuanto más tiempo mejor y así aprovecharse de que, como presidente, no tiene límite de tiempo en sus intervenciones. Que no sepa en su idiocia que no le conviene hablar de cómo se mantiene en el Gobierno con el respaldo de los filoetarras o de cómo pretende someter al Poder Judicial no quita para que su idea fuera alejar el debate de su objeto, la crisis energética. Está muy bien que hable del problema que supone que el mercado europeo paga toda la electricidad al precio de la más cara de generar, pero debería haber añadido dos cosas, que eso tiene más responsabilidad que la guerra de Ucrania en lo que está pasando y que esa medida la puso la izquierda para favorecer a las renovables.
Vivimos una situación muy grave y nuestro presidente afronta un debate sobre las soluciones a la misma con los viejos trucos de trilero malo que le enseñó Pepiño Blanco cuando eran uña y carne. Normalmente, cuando alguien de poca estatura ocupa un cargo que le viene grande, trata de elevarse y estar en la medida de lo posible a la altura. Así se han hecho grandes algunos políticos. Sánchez no es así, rastrero, tramposo y falsario hasta su otoño del patriarca.
