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Javier Gómez de Liaño

Parajodas (sic) judiciales o a cada uno lo suyo

Si todos los jueces estuvieran al servicio de la justicia, los políticos no encontrarían tantas facilidades para sus lucubraciones y desmanes.

Si todos los jueces estuvieran al servicio de la justicia, los políticos no encontrarían tantas facilidades para sus lucubraciones y desmanes.
MADRID, 07/09/2022.- El presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes (d) durante el acto de apertura del Año Judicial 2022/2023 este miércoles en la sede del Tribunal Supremo, en Madrid. EFE/ J.J Guillén/POOL | EFE

Hecha la advertencia de que la errata es del desaparecido Cabrera Infante, se trata de ofrecer una serie de reflexiones a propósito del colapso que el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) padece y que producen en el ciudadano común y corriente estupor y rechazo, a partes iguales. Quien esto escribe cree en la Justicia, en el sentido orteguiano y se siente orgulloso de hacer pública su fe. Pues bien, desde la experiencia de haber vivido desde dentro y desde fuera lo que la Justicia es, tratando de explicarme, así, a bote pronto, me vienen a la cabeza las siguientes ideas.

1. Nunca como ahora la Justicia había sido entendida en clave tan ideológica, como jamás hubo tanto político partidario de la división de poderes, pero con coordinación de funciones.

2. Nunca como ahora se había olvidado que el Poder Judicial es un poder del Estado, no un poder de los partidos, gobiernen o no gobiernen. Si lo que se desea es una justicia auténticamente independiente, debería procurarse alejarla de las siglas políticas y de sus sedes. Los fines de la justicia y de la política partidista nunca hermanan bien.

3. Nunca como ahora se habían visto juntos tantos enemigos de la Justicia empeñados en esterilizarla mediante el proceso de sumergirla en una bañera de ácido político y, por si fuera poco, en ocasiones con la complicidad de jueces que actúan como compañeros de faena.

4. Nunca como ahora hubo tanto juez político y hasta en activo, ni, en consecuencia, tantos jueces que repudien que los cargos judiciales, sobre todo, los más altos, sean cubiertos con igual carga política e idéntica discrecionalidad con que se nombra un director general.

5. Nunca como ahora hubo tanto descaro en llamar juristas de prestigio a falsos genios con currículos vacíos de méritos jurídicos, pero sí repletos de trabajos políticos. Tal vez debiera tenerse presente que el juez que se ha metido en política, llegado el caso, ignora lo que es la justa verdad y la verdadera justicia. A salvo la categoría de reputados jueces que han accedido a la judicatura por esas vías y han dignificado la profesión, recuérdese que la ignorancia es pariente de la mentira e impedimento para ser justo.

6. Nunca como ahora los jueces se dedicaron a manifestarse y polemizar sobre cuestiones políticas, dando pie a que el ciudadano confunda al juez vocero con un miembro del gobierno o de la oposición. Tan absurdo es que los políticos constituyan tribunales y se metan a juzgar, como que los jueces se congreguen en hermandades para hacer política.

7. Nunca una Justicia cobijada a la sombra de la política puede ser sana justicia. Cuando en el oficio de juzgar, ese gran arte, se buscan rentabilidades políticas, sobra la justicia y basta la intriga. Y lo peor es la morbosa complacencia que los jueces pudieran prestar a esta situación. Si todos los jueces estuvieran al servicio de la justicia, los políticos no encontrarían tantas facilidades para sus lucubraciones, errores y hasta desmanes.

8. Nunca como ahora se hacen actuales aquellos polvos de 1985, cuando en plena borrachera de poder socialista un alto cargo del partido gobernante decretó la muerte de Montesquieu y los miembros de la carrera judicial comprendieron que su futuro profesional iba a ser decidido por un gobierno judicial designado por la maquinaria partitocrática.

9. Nunca como ahora recobra tanto sentido la sentencia del Tribunal Constitucional 108/1986, de 29 de julio, que habló del peligro de que la designación parlamentaria de todos los vocales del CGPJ, incluso los 12 que, según el artículo 122.3 de la CE, han de ser "Jueces y Magistrados de todas las categorías judiciales", fuesen designados en razón del peso de los grupos parlamentarios, pues ello podría responder a la "lógica del Estado de Partidos", pero no a la "lógica del Estado de Derecho" ni a la configuración deseada para el propio Consejo como garante de la independencia judicial.

En fin. Lo dejo aquí. No es cuestión de echar más leña al fuego, pero al rebufo de los análisis, encuestas y sondeos de opinión que tan a menudo se hacen, algunos de ellos muy solventes, creo que, hoy por hoy, la Justicia española da más sobresaltos y disgustos que gozos y satisfacciones. Lamento decirlo. Hace tiempo que la fe de los ciudadanos en la administración de Justicia es escasa y todo por culpa del papel residual que el Poder Judicial ha ocupado dentro del Estado, girando como un minúsculo rodamiento fácil de engrasar por los políticos de turno.

Hacer política con los tribunales es menester de traficantes de la justicia que alteran su esencia, envenenándola; o sea, aquellos a los que se refería San Agustín en La ciudad de Dios, llamándoles partida de bandoleros.

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