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Enrique Navarro

Y después de la primera bomba atómica ¿qué?

En el caso de la guerra nuclear, debemos entender su funcionamiento y para qué ha sido diseñada, porque hasta la destrucción total tiene su lógica

En el caso de la guerra nuclear, debemos entender su funcionamiento y para qué ha sido diseñada, porque hasta la destrucción total tiene su lógica
Misil nuclear. | U.S. AIR FORCE / SSGT JONATHAN SNYDER

En los últimos días escuchamos muchos análisis y consecuencias de la declaración de anexión de territorios ucranianos a Rusia, con la misma vulgaridad y legitimidad que Hitler engrandecía las fronteras de Alemania. A consecuencia de lo anterior, surge el debate de, si con la nueva doctrina militar rusa de uso preventivo de armas nucleares en caso de ataque a su territorio, Putin ordenará el lanzamiento de misiles nucleares y en este caso sobre dónde y con qué propósitos.

La experiencia nos muestra que Putin no necesita de ninguna legalidad para usar sus armas, cualesquiera que estas sean; es más, debemos esperar la más burda ilegitimidad de sus acciones, como ya ha quedado patente. Él es plenamente consciente de que su acción se basa en el exclusivo uso de la fuerza y podemos decir que le gusta presumir de este hecho, aunque no parece que sean sus mejores momentos y de ahí viene el recurso a la amenaza nuclear. También dispone de un arma tremendamente poderosa: una amplia colección de palmeros en Occidente que rápidamente darían la razón a cualquier forma de agresión que basada en una supuesta legitimidad supusiera poner en peligro a Occidente. Suele ocurrir que la mayoría de esta quinta columna aborrece los valores y los sistemas políticos democráticos.

En el caso de la guerra nuclear, debemos entender su funcionamiento y para qué ha sido diseñada, porque hasta la destrucción total tiene su lógica. Existen dos tipos de armas nucleares, las estratégicas de largo alcance y gran capacidad de destrucción diseñadas para destruir grandes concentraciones urbanas o instalaciones nucleares enemigas para evitar la respuesta del contrario. A pesar de su enorme poder destructor, una cabeza de veinte megatones produce daños mayores en un radio de 40 kilómetros, que en una ciudad como Londres implicaría la muerte de diez millones de personas pero en medio de Ucrania apenas serían unos pocos centenares; en el caso de que su objetivo fueran los silos de misiles norteamericanos, su misión sería destruir los gruesos muros de hormigón que los protegen bajo tierra.

Con el fin de mantener una respuesta en caso de un ataque masivo que es la clave de la disuasión nuclear, las grandes potencias disponen de misiles nucleares en submarinos y en aviones. En definitiva el solo uso de un misil de estas características nos llevaría en apenas ocho horas a la destrucción total, no habría tiempo de detener el mecanismo lógico de la guerra nuclear. Esta realidad nos lleva a descartar que Rusia optara por un ataque de esta naturaleza.

A continuación vienen las armas nucleares tácticas. El objetivo para el que fueron diseñadas era detener un avance de grandes concentraciones de fuerza, principalmente con carros procedentes del otro lado de Europa. Si detonamos una bomba de 20 kilotones, similar a la de Hiroshima en el frente ucraniano en el Donetsk, dada la dispersión de fuerzas, el efecto mortal o destructivo no superaría los tres kilómetros de radio, es decir el efecto militar sería muy escaso. Rusia necesitaría más de cien explosiones nucleares para detener todo el frente ucraniano, con el añadido que en los siguientes veinte años ningún ruso podría ocupar ese territorio. Es decir el uso masivo de armas tácticas en Ucrania podría conseguir detener la ofensiva, pero no produciría ningún efecto de involución del conflicto ya que estaríamos ante una política de tierra quemada. Es decir Rusia buscaría asegurar los territorios ocupados y crear una frontera radioactiva a lo largo de mil kilómetros para lo cual necesitaría más de cien detonaciones, lo que se me antoja muy descabellado. Por otra parte, cualquier empleo de un arma táctica sobre un núcleo de población necesariamente nos llevaría al escenario anterior, es decir la escalada a la destrucción total.

Pero supongamos que en la retorcida mente de Putin y su cuadrilla se les pasa la idea de que detonando un arma nuclear táctica en Ucrania, van a demostrar al mundo que sí son capaces de dar ese paso, atemorizarán a Occidente que cederá a todas sus exigencias y la población ucraniana se rendirá. Y por diseñar en más detalle la operación, imaginamos que se dirige contra un frente donde apenas hay población civil, buscando producir unas centenares de víctimas militares. Tres serían las consecuencias a mi juicio.

Rusia perdería los escasos apoyos que tiene dentro y fuera, pondría en serio jaque a las potencias nucleares o potenciales que serían vistas como amenazas reales (véase Irán y Corea del Note), China se vería obligada a romper todos los lazos y seguramente la población rusa no entendería semejante acción.

Ucrania estaría legitimada para solicitar el acceso inmediato a la OTAN que le sería concedido, lo que disuadiría a Rusia de emplear más armas tácticas, salvo que estuvieran dispuestos a una escalada nuclear que nos llevaría al escenario inicial.

El efecto militar sería muy limitado a corto plazo y sin embargo las consecuencias en términos geoestratégicos serían enormemente negativas para Rusia.

En 1945, después de dos bombas atómicas y de cuatro años de guerras sangrientas, todavía había una gran parte del pueblo japonés dispuesta a seguir peleando, lo que demostraría que el supuesto efecto psicológico del uso de un arma táctica sería nulo.

En definitiva, que la situación real es que Rusia pierde la guerra sobre el terreno, circunstancia que ya escribí en marzo; pretende una movilización de jóvenes generando una reacción negativa enorme y que además no servirá para nada. Rusia ha sido incapaz de mantener el esfuerzo sobre el terreno con 150.000 hombres así que si envía medio millón irán andando, sin armamento, sin aviación que les proteja y sin carros de combate, y sobre todo sin moral de victoria.

El sabotaje sobre el Nord Stream, que ya apenas operaba, solo tiene una explicación y no puede ser estratégica. Rusia ha perdido la principal llave para negociar con Europa, lo que solo beneficia a la mente de Putin, ya que para Occidente mantener esa vía abierta era fundamental para buscar una solución que resolviera el principal problema del norte de Europa que es el invierno. Putin, ante la contestación interna, la derrota sobre el terreno, el aislamiento internacional y las sanciones, ha hundido, como Hernán Cortes en Veracruz, las naves, con un solo objetivo: victoria o muerte. Debería recordar que la mayoría de los conquistadores españoles murieron en el olvido y rechazados por la corona que tantos beneficios obtuvo de ellos. Hoy podemos decir que toda la propaganda de Vladimir Putin tiene como único objetivo seguir regentando el destino de Rusia y mantener prietas las cada vez menos sólidas filas.

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