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Pavana para un muerto (o dos)

Los políticos fingen ante nuestros ojos perseguir el bien común cuando lo único que les interesa es el poder.

Los políticos fingen ante nuestros ojos perseguir el bien común cuando lo único que les interesa es el poder.
Esteban González Pons | PP

Dice muy poco de nuestra madurez democrática que nuestros políticos finjan una y otra vez ser lo que no son para adormecer nuestras conciencias. Que les votemos nos hace responsables de lo que hagan y, para que podamos seguir votándoles, aparentan no haber hecho nada malo, a pesar de lo malos que son. El conflicto a cuenta de la renovación del Consejo General del Poder Judicial es un paradigma de cómo los políticos fingen ante nuestros ojos perseguir el bien común cuando lo único que les interesa es el poder. En España, desde 1985, no hay separación de poderes. El PP ha ganado las elecciones en dos ocasiones con mayoría absoluta llevando en el programa la promesa de devolver a los jueces la independencia que un día les fue arrebatada. Y las dos veces la incumplió para que los jueces siguieran sentenciando como los políticos querían que lo hicieran.

Cuando la Unión Europea comenzó a castigar a Polonia por querer hacer lo mismo que aquí se lleva haciendo desde antes de que ingresáramos en el club europeo, se dio cuenta que tarde o temprano tendría que ser coherente y castigar también a España, aunque estuviéramos gobernados por socialistas o populares, los dos partidos que mandan en la Unión, y no por "peligrosos ultraconservadores", como pasa en Polonia. El PP dice que quiere cambiar el sistema y volver a la separación de poderes, que es lo que siempre dice cuando está en la oposición. Y el PSOE que no quiere hacerlo porque le parece mucho más democrático que el Poder Judicial obre de acuerdo con la ideología del partido que gobierna, que es lo menos democrático que hay.

En un extraño arrebato de dignidad, Carlos Lesmes dimitió poniendo en evidencia a los partidos. Y los líderes del PP y del PSOE se han visto obligados a fingir por enésima vez que están dispuestos a llegar a un acuerdo sin concretar ni atisbar siquiera qué base tendrá ese acuerdo. Ni Sánchez dice que consentirá devolver a los jueces su independencia, ni Feijóo admite que pactará la renovación del Consejo sin habérsela devuelto. Lo que hace sospechar que todo sigue igual y lo único que ha cambiado es la necesidad de fingir que negocian de buena fe para que sus electores puedan creer que sus partidos están dirigidos por gente de bien y no, como realmente es, por trileros de la peor estofa.

Así, Sánchez y Feijóo, en una pista, y Esteban González Pons y Félix Bolaños, en otra, bailan ante nosotros esta pavana para celebrar la muerte política, el final del cursus honorum de Carlos Lesmes y quién sabe si el enésimo asesinato del barón de Montesquieu. Mientras esto ocurre en la superficie, en los sótanos, el Gobierno planea modificar, alegando que es excesivamente memorístico, el sistema de oposiciones, incluidas por supuesto las de acceso a la judicatura. Quieren reducir su dureza e implantar un método de valoración subjetivo que facilite el acceso, no tanto a los mejores, como a los que quiera el Gobierno de turno. Como pasa siempre con las tretas de los socialistas, el PP protestará, pero una vez que esté en el Gobierno, cuando pueda beneficiarse del nuevo régimen y colocar a la caterva de malos estudiantes que abarrotan sus Nuevas Generaciones, lo dejará como lo ideó el PSOE. Y seguirán bailando ante nosotros, una pavana o lo que se tercie.

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