La socialdemocracia crea continuamente nuevas líneas de negocio para implantar su agenda ideológica con el dinero de sus víctimas y enriquecer a los intermediarios que están mejor conectados con el poder político. Los socialistas españoles inauguraron esa tradición con los cafelitos del hermano de mienmano en la Delegación del Gobierno de Sevilla y, de ahí en adelante, esto ha sido un no parar. La novedad que introduce el sanchismo es el nivel de desfachatez con que lleva a cargo esos enjuagues, directamente proporcional al grado de consanguinidad y/o afinidad de los profesionales que los llevan a cabo.
Los fondos europeos gestionados a través del Fondo de Recuperación, Transformación y Resiliencia son en estos momentos el negocio más boyante del socialismo, porque suponen la gestión de 70.000 millones de euros en los próximos cuatro años a través de subvenciones a empresas y organizaciones privadas. Al lado de este diluvio de dinero público procedente de Bruselas, los trinques de los golfos más rumberos del socialismo español en estos últimos cuarenta años casi producen ternura.
Pero no solo estamos a las puertas de un programa de gasto sin parangón en la historia reciente. Otra ventaja añadida, y de carácter crucial en el asunto que nos ocupa, es que para trincar ese dineral no es necesario justificar su destino en inversiones industriales de sectores punteros como las grandes obras públicas, la ingeniería aeroespacial o los tratamientos médicos de última generación. Basta con saber de ideología de género. Con dominar ese campo, ya trincas un pastón.
Un somero vistazo a los últimos proyectos subvencionados con cargo a los llamados fondos Next Generation (denominación muy adecuada porque, en efecto, van a crujir a la siguiente generación, obligada devolverlos) despeja cualquier duda a este respecto. Aquí, los "planes de transversalidad de género en las políticas activas de empleo" y las subvenciones para la "reducción de la brecha digital de género" están a la orden del día, sin dejar de lado otros proyectos resilientes como este "suministro de cuerda de pita" para aumentar la resiliencia y el fortalecimiento de la costa balear frente a los efectos del cambio climático. No son propinas; cada una de estas subvenciones ronda los 200.000 euros y así hasta los más de 6.800 expedientes ya aprobados.
Y todo esto mientras la mujer del máximo responsable de la gestión de estos 70.000 millones explica a los gestores de estas organizaciones cómo deben actuar para llevarse el trinque más alto. Los socialistas andaluces nunca se atrevieron a tanto.