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La "anticuada" sedición

En coincidencia casi milimétrica, los Estados Unidos han condenado por sedición mientras España se apresura a eliminarla.

En coincidencia casi milimétrica, los Estados Unidos han condenado por sedición mientras España se apresura a eliminarla.
Varios de los participantes en el asalto al Capitolio de los EEUU. | EFE

En coincidencia casi milimétrica, los Estados Unidos han condenado por sedición mientras España se apresura a eliminarla. La sincronía entre la sentencia en Washington contra dos cabecillas del asalto al Capitolio y la votación aquí para suprimirla es de una relevancia iluminadora. Lo es porque en nuestro país se han esgrimido como argumentos incontestables para la supresión del delito los de su antigüedad y su soledad, dando a entender que nadie más en el mundo civilizado y democrático mantenía ese rancio anacronismo. Desde los partidos del Gobierno y del separatismo se ha dicho a los españoles que la sedición era una antigualla con olor a ajo, una reliquia del pasado que abochornaba mantener en esta época de fantástica modernidad digital, y que como era así de vieja y demodé, tanto que procedía "del siglo XIX", como repetía el diputado Rufián, había que deshacerse de ella cuanto antes.

En un país donde aún tiene vigencia el complejo de estar atrasados, ese tipo de falacias se compran bien y por eso se venden. Pero en los Estados Unidos de América, donde no tienen ningún complejo de esa clase, la sedición existe como delito y en ciertas ocasiones, como ésta de ahora, se aplica sin más problema que el de demostrar que los hechos y los actos encajan. Existe allí la sedición desde hace más tiempo que en España. En la década de 1790 entró en el léxico político, y eso es el siglo XVIII, por lo que hay que esperar que Rufián brinde algún tipo de declaración sobre lo muy obsoleto de la legislación estadounidense. Pero, sí, por extraño que les parezca a algunos políticos españoles, hay países que no consideran que la antigüedad de un delito sea un defecto, igual que tampoco les parece mal, sino todo lo contrario, que su Constitución tenga más de dos siglos.

Estamos aquí siempre en la obsesión comparativa y casi siempre en la comparativa falsa, como la que hizo el Gobierno para fabricar el cuento de que se quitaba la sedición para "homologarnos" a Europa. Todo lo que sea homologarnos y modernizarnos tiene entre nosotros un público absurdamente entregado y por eso cuelan disparates que no tendrían un pase entre gentes menos preocupadas por parecer modernas y homologables. En Estados Unidos, la sedición se define de un modo diferente al que teníamos en el Código Penal de 1995, pero la cuestión es que existe y que existe con ese nombre, nombre que aquí tacharon de anticuado.

Allí se acaba de condenar por sedición —con penas de hasta 20 años de cárcel— a los que asaltaron el Capitolio para intentar impedir que se certificaran los resultados de las elecciones, mientras aquí se suprime el delito para beneficiar a los que asaltaron la democracia, quebraron el orden constitucional y quisieron romper la integridad territorial. Pero la diferencia esencial entre los Estados Unidos y España, en este punto, es la diferencia entre los que conservan viejos instrumentos legales de probada eficacia para proteger la nación y la democracia, y los que prescinden de tales instrumentos aunque dejen desprotegidas a la democracia y a la nación. O para así dejarlas.

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