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Necesidad y ley. Sólo hay una salida

Parece que Sánchez tiene muchas personas detrás de él, pero, en realidad, es Sánchez quien respalda a este tipo de gente sin columna vertebral.

Parece que Sánchez tiene muchas personas detrás de él, pero, en realidad, es Sánchez quien respalda a este tipo de gente sin columna vertebral.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, durante su intervención en la sesión de control al Gobierno en el Congreso.

El tiempo de Sánchez se agota. Apenas tiene tiempo para enmendar nada. Todo irá a peor. Da igual lo que proponga. Fracasará en el nuevo intento de retorcer la Constitución. Los rostros de los individuos que apoyan a este sujeto lo expresan con rigor. Sus gestos son inequívocos. Sí, son sádicos todos ellos, pero el sadismo reflejado en sus caras ha dejado de ser una fuente de placer. Solo sufren. Sólo buscan como escapar del atolladero. La huida los hace cómplices. Da igual que los apoyos de Sánchez procedan de la Universidad o de la Judicatura, de una radio o de un periódico, de un editor o de un empresario… Todos ellos son ideológicos. Sin entidad. Falsos. Nada.

¿Qué podría sacar Sánchez de un chufla de la literatura española, mala persona y peor novelista, que habla bien del Gobierno de España, mientras traslada su domicilio a Portugal para no pagar impuestos? Poco. Los chuflas, repito el término utilizado con precisión por Morante de la Puebla, de la literatura española, escriben artículos en la prensa de partido, o sea en El País, que no leen ni sus familiares, para darle auxilio a Sánchez, pero en realidad solo buscan desesperadamente que esta cruz, un gobierno de España contra España, acabe cuanto antes.

Parece que Sánchez tiene muchas personas detrás de él, pero, en realidad, es Sánchez quien respalda a este tipo de gente sin columna vertebral. Está más solo que la una. Detrás de este tipo no hay nadie con decencia moral y prestigio intelectual. Por eso, cada día que pase sin convocar elecciones generales hará más dura la caída de su partido y de los partidos que le rodean; su principal socio de gobierno, Iglesias, lo ha visto con claridad al decir que la única solución es adelantar las elecciones. Él podrá obstinarse en lo contrario. Pero la necesidad arrastra a Sánchez a la derrota. La sentencia del Tribunal Constitucional era necesaria.

Y, sin embargo, le da un poco de vida a este aventurero de la política. Impopular es siempre una opinión verdadera. Enfrentada a la estulticia y la ignorancia, aunque parezca paradójico, la sentencia del Tribunal Constitucional contra la acción del Gobierno para eliminar el propio Tribunal Constitucional al primero que beneficia, sí, es al Ejecutivo sanchista. Le otorga, sin duda alguna, una cierta legitimidad democrática para seguir actuando como gobierno de todos y no solo de una parte. Esa sentencia le da la oportunidad a Sánchez de enmendarse, pero si opta, como parece ser, por persistir en cargarse el Tribunal Constitucional, eso le conducirá al abismo.

Sánchez y su jarca, comenzando por los cincos magistrados que votaron en contra de la verdad jurídica, deberían agradecerle a esta sentencia que les dé un poco de tiempo para recomponerse, e incluso para cambiar de estrategias, en el marco de una crisis institucional sin precedentes. A los ojos de cualquier especialista en Derecho Constitucional y, por supuesto, de la opinión mayoritaria de quienes ponen la ley por encima de las sumas parlamentarias, la sentencia del Tribunal Constitucional era una obviedad. Se caía, como suele decirse, por su propio peso. El Tribunal Constitucional tenía que defenderse contra quienes querían su destrucción. Sin duda alguna, la institución del Tribunal Constitucional sale fortalecida de la crisis provocada por el Ejecutivo. Mas nadie piense ingenuamente, y siguiendo las mentiras de quienes escriben a favor de Sánchez, que la sentencia del Tribunal Constitucional admitiendo a trámite el recurso del PP es algo nuevo. Falso. La doctrina de esta sentencia estaba muy consolidada, porque el alto Tribunal había mantenido lo mismo en al menos otras siete (7) sentencias anteriores. El Derecho es una institución débil, delicada y contingente, pero imprescindible para el funcionamiento de la democracia. Desde la perspectiva ético-política, en mi opinión, la legitimidad de una sentencia está siempre amenazada. Más aún, la doctrina del derecho es siempre precaria y, desde el punto de vista fáctico, no va más allá de ofrecernos una relativa seguridad, pero sin el Derecho que esta sentencia contiene, como le hubiera gustado a Sánchez, sólo se va al abismo. O a la dictadura que confunde el Derecho con la Fuerza.

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