
Desde el mismo minuto en que se convocó el pleno de este martes del Consejo General del Poder Judicial, a los siete vocales progresistas leales a Pedro Sánchez les empezaron a temblar las piernas. No se sabía que iba a hacer el vocal Pablo Lucas, nombrado a propuesta del PNV, que se había tenido que abstener la vez anterior porque, de entre los candidatos propuestos por los progresistas, los conservadores llevaron al pleno la candidatura de su hermano. Éste no salió por no ser suficientemente sanchista y porque la mujer de Cándido Conde-Pumpido convenció a los demás de aferrarse a Bandrés, que era el candidato del Gobierno y quien garantizaba que el próximo presidente del Tribunal Constitucional fuera a ser su marido. Ahora, los conservadores han llevado al pleno a María Luisa Segoviano, otra de las candidatas en su día propuesta por los progresistas y todas las crónicas decían que éstos seguirían aferrados a Bandrés salvo Lucas, que ya no estaba obligado a abstenerse y que no había firmado la candidatura de Bandrés para el cónclave de este martes. Total, que lo que se esperaba es que saliera Segoviano porque Lucas le votara, apartándose de la "disciplina progresista", o que no saliera porque Lucas se atuviera a esa disciplina y votara a Bandrés.
No ha pasado ninguna de las dos cosas. Todos, por unanimidad, han votado a los dos candidatos propuestos por los conservadores, uno de su cuerda y una de la contraria. La candidatura de Bandrés se ha ido al garete y peligra la posibilidad de que Pumpido sea presidente del Tribunal. ¿Qué ha pasado? El Mundo sugiere que ha sido el aldabonazo del rey, que en Nochebuena se quejó de la "erosión" de las instituciones. Y los vocales progresistas dicen que lo han hecho por "sentido institucional". Pero, si hubiera sido eso, se habría sabido al menos durante la mañana del martes. Aparte que, con la pelea que hay, el sanchismo no iba a renunciar a la presidencia de Pumpido por nada que diga o haga el rey o por ningún sentido institucional, algo que el sanchismo desprecia como ha demostrado tantas veces. Sólo han podido ocurrir dos cosas.
La primera es que, viendo que Lucas iba a votar a Segoviano y que saldría sin sus votos, los demás progresistas hayan hecho de necesidad virtud y hayan decidido respaldarla para tener luego legitimidad suficiente para presionarla y convencerla de que vote a Pumpido como presidente del Tribunal Constitucional. O también ha podido ocurrir que hayan obtenido con anterioridad a la votación el compromiso de la magistrada jubilada de que votaría a Pumpido si salía elegida, con lo que ya no era necesario empeñarse en que fuera Bandrés. En todo caso, sea lo que sea que ha ocurrido, no ofrece garantía en ningún sentido, que no vaya a ser Pumpido el presidente ni que lo vaya a ser. Bandrés era el amigo que garantizaba el voto a favor de quien fuera el Fiscal General del Estado de Zapatero y Segoviano, en cambio, no lo es.
Lo que sí es seguro es que ya es irrelevante que el Gobierno saque su reforma exprés de las leyes orgánicas del Poder Judicial y del Tribunal Constitucional porque se trata de normas que, por muy exprés que sean, ya no se aplicarán hasta dentro de nueve años y beneficiarán a quien esté en el Gobierno entonces. Lo único que ha conseguido Sánchez es que la renovación se lleve a cabo y ahora haya, como tocaba, una mayoría de progresistas en el Tribunal Constitucional. Sí, pero sin garantizarse la presidencia de Cándido Conde-Pumpido, que es lo que necesitaba para darles impunemente a los golpistas catalanes lo que esté comprometido a darles. Es una buena noticia, pequeña quizá, pero buena.
