Menú

Consejo de guerra a la enfermera gaditana

Absurdidad es el término que hemos de aplicar a lo que le han hecho a la joven enfermera gaditana Begoña Suárez en la Cataluña nacionalista.

En su investigación de los archivos del KGB, Vitali Shentalinski cuenta, entre cientos de casos, el del escritor Platónov, el pintor Nóvikov y el escritor Kaurichev. Los tres se reunieron en una ocasión y empezaron a beber vodka. Nóvikov dedicó el primer brindis al regreso del hijo de Platónov, condenado a diez años en un campo. En el segundo brindis, Nóvikov exclamó: "¡Por la perdición de Stalin!". Platónov se negó a brindar por aquello, volcó su copa y se marchó. Pero el daño estaba hecho. Los tres fueron convocados por la policía secreta, después detenidos y finalmente, dos de ellos, Nóvikov y Kaurichev, fueron fusilados. A Platónov se le sometería a un control permanente.

Dice Shentalinski: "El caso de Andréi Nóvikov, incluso en el fondo de esta fantasmagoría terrible y ridícula en la que están sumidos los expedientes de la Lubianka, sorprende por su absurdidad. Los oficiales instructores se emplearon a conciencia para convertir una charlatanería de borrachera en un delito. (...) Todo lo que salió al paso se convirtió en sabotaje, trotskismo y terrorismo".

Absurdidad es el término que hemos de aplicar a lo que le han hecho a la joven enfermera gaditana Begoña Suárez en la Cataluña nacionalista. Y crueldad, obviamente. No la han detenido, ni la van a fusilar: no es el terror stalinista de los años 1930. Pero la han puesto en la picota, la han linchado y la han sometido a un castigo público de una desproporción tan colosal para la presunta infracción que cometió, que sólo nos queda acudir, en un intento de comprender cómo es posible, a momentos de todos conocidos en los que un poder monstruoso aplica su vesania destructiva contra un individuo, no porque haya cometido algún acto terrible, sino por algo insignificante.

En la nimiedad más absoluta encuentra el monstruo, aquí monstruo nacionalista, el bocado que prefiere, la víctima que más aprecia para destruirla sin motivo: la víctima inocente. La ingenua. La que no se espera que vaya a arrollarla la apisonadora del nacionalismo cuando pone en TikTok, para consumo de su círculo más próximo, un vídeo donde expresa, coloquialmente, su enfado con los requisitos lingüísticos que imponen para obtener plaza de sanitario. Un desahogo que habría quedado perdido en el maremágnum de las redes sociales, lo han convertido en delito de alta traición. Qué fantasmagoría tan ridícula y tan terrible, hay que decir con Shentalinski.

Terrible porque la han aplastado, y la han aplastado entre todos, de arriba abajo y abajo arriba: el poder político, los periódicos, los sindicatos, los intelectuales, la sociedad nacionalista. Ah, y los delatores, ese Gran Hermano de delatores voluntarios que vigila constantemente en busca de la víctima propiciatoria, la inocente, la ingenua que habla sin saber que la están espiando los ojos implacables del delirio político. A quién se le podía ocurrir que decir "el puto C1" fuera a desencadenar una cacería. Qué débiles, qué flojas, qué anémicas han de ser las esencias nacionalistas, esos pequeños y despiadados dioses de la tribu, cuando el zumbido de una chirigota que iba a ver una docena de personas desata el histerismo.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal