Disculparán los lectores que dediquemos el editorial del periódico a las esperpénticas y ruidosas cabalgatas que, con ocasión del Día Internacional de la Mujer y con el dinero del contribuyente, han organizado movimientos pseudofeministas en muchas ciudades de España. Nada más lejos de nuestra intención que contribuir a ese "lucrativo negocio" que, como diría Thomas Sowell, es "luchar por derechos que ya se tienen, en nombre de opresiones que no existen, con el dinero de aquellos a quienes se tacha de opresores".
Sin embargo, no podemos dejar pasar el hecho de cómo estos desfiles con danzantes, tambores y bandas de música a los que sólo les falta las carrozas y mujeres a caballo, cada vez concita a más personas como entretenidos espectadores que como reivindicativos participantes. Y, sobre todo, cabe destacar cómo estas lúdicas y sonoras algaradas a mayor gloria de la ideología de género se han tornado, como un boomerang, contra las formaciones de izquierda que siempre las han utilizado como plataforma electoral. Y es que este 8-M se ha convertido más bien en el escenario en el que el PSOE y Unidas Podemos han aireado en la calle sus diferencias sobre esperpentos jurídicos tales como la ley trans o como la ley del sólo sí es sí responsable de esa "conquista feminista" que es la rebaja de penas a más de 700 agresores sexuales.
Buen ejemplo, aunque no único, de esa división lo constituyen las marchas que se han celebrado en Madrid: en la primera marcha, convocada por el Movimiento Feminista, se ha pedido la dimisión de Irene Montero. En la segunda, la mayoritaria, han participado las ministras de Unidas Podemos y las del PSOE, pero avanzando separadas, cada una tras su pancarta y secundadas por sus respectivos partidarios.
Mención aparte merece ese otro acto institucional del 8-M que ha quedado reducido a una charla sobre el placer y el sexo a cargo de Irene Montero, su número dos, Ángela Rodríguez Pam, una sexóloga, unas lesbianas del podcast Maldito Bollodrama y dos alumnas de dos institutos públicos de la Comunidad de Madrid: al grito de "vete a la mierda", feministas contrarias a la ley trans y a la rebaja de penas a violadores han irrumpido en el acto institucional para denunciar cómo Montero ha erosionado un movimiento con siglos de historia.
En cualquier caso, y con independencia de la tribu pseudofeminista a la que pertenezcan, lo que es evidente es que a ambas facciones les importa más bien poco la verdadera discriminación y la verdadera opresión que padecen las mujeres, especialmente en los países islamistas. Su bien subvencionada reivindicación supone, en realidad, un menosprecio a la igualdad alcanzada hace décadas en Occidente por hombres y mujeres, auténticamente feministas, que jamás criminalizaron al varón por el hecho de serlo, que jamás tildaron de "machista" la feminidad o la masculinidad, que jamás alentaron entuertos jurídicos como la "ley trans" o la del "sólo sí es sí", que jamás alentaron ni discriminaciones falsamente "positivas" ni paridas como "la ley de paridad" que propugna el "feminismo de cuota sanchista", o que jamás negaron la diferencia y la complementariedad de los dos sexos para reivindicar la igualdad de ambos ante la ley y la misma libertad para trazar y desarrollar sus proyectos de vida. Pero ahí siguen sus falsos herederos tocando el tambor y chupando del presupuesto con tal de lograr sus metas, no por mérito personal, sino por su condición sexual.

