
El principal problema de Ángela Rodríguez Pam no es que sea una sectaria de tomo y lomo, al fin y al cabo prácticamente toda la izquierda española lo es hasta la náusea; tampoco que sea incapaz de gestionar nada con un mínimo de raciocinio, de nuevo si comparamos con sus compañeros en Unidas Podemos, el PSOE o incluso otros partidos no es de las más aventajadas, pero tampoco es un caso que destaque tanto: en el reino de los ciegos Pam es sólo una más.
No, lo peor de la secretaria de Estado de Igualdad –123.000 euros al año de salario la contemplan– es que se comporta en política como un hooligan adolescente, sin ningún sentido del decoro, de la institucionalidad ni del cargo que ostenta y que es tan generosamente remunerado por, conviene recordarlo, todos los españoles.
El infame vídeo de Pam ha levantado un considerable revuelo este jueves, fagocitando todo lo ocurrido en las manifestaciones del 8M y, una vez más, arrastrando por el fango un ministerio que, cuando ya parece imposible que caiga más bajo, vuelve a sorprendernos con una nueva muestra de estupidez y villanía.
Es comprensible que unas chicas muy jóvenes, probablemente menores de edad, griten barbaridades sobre Abascal. De hecho, podríamos decir que es casi lógico, viendo el comportamiento nauseabundo de la mayor parte de los medios de comunicación, de un sector nada desdeñable de las instituciones educativas y de los mal llamados representantes de la cultura. Pero toda una secretaria de Estado no puede rebajarse al nivel de unas adolescentes, alguien con un cargo –¡y un sueldo!– así tiene que ser consciente de una maldita vez de que no está en una asamblea del instituto ni en una reunión del círculo podemita de su barrio; debe comprender por fin que esas redes sociales en las que tiene miles de seguidores son una forma de comunicación pública y no un espacio para el cachondeo entre amigos; tiene que asumir sin más demora que cuando llegas a las instituciones tienes que guardarles a ellas y a los ciudadanos el respeto que es obvio que no se tiene a sí misma.
Si fuese la primera ocasión en la que ocurre algo así quizá podríamos mostrar un poco de comprensión, pero no lo es, de hecho la número dos de Igualdad ya ha mostrado sus ‘cualidades’ muchas veces: su sectarismo, su arrogancia, su falta absoluta de ningún sentido de la convivencia democrática… A estas alturas Pam ya ha probado de sobra que no está preparada para su cargo ni para ningún otro y, como es evidente que no se va a ir a casa, Pedro Sánchez debería forzar su destitución.
Eso sí, una cosa hay que agradecerle a la amiga íntima de Irene Montero: su infantilismo sectario ha servido para poner una vez más las cartas sobre la mesa y demostrar qué partidos tienen la decencia democrática exigible y cuáles no. El PSOE, por supuesto, no ha sido capaz ni de afearle su desbarre, mientras que Vox ha tenido una reacción mesurada y madura y el PP se ha alineado, como no puede ser de otra forma, con los de Abascal con unas declaraciones rápidas y contundentes que honran tanto a Feijóo como a Borja Semper y que deben ser un ejemplo de cómo los partidos decentes y democráticos tienen que enfrentarse a los comportamientos inadmisibles de esta gentuza totalitaria.
