
Escribamos lo que vemos. Mes de marzo. La luz siempre regresa a la tierra en marzo. Es un buen mes para ver pasiones desatadas y frenesí. Marzo nos ayuda a nombrar las cosas. Poético marzo para ver la violencia vital y política. Marzo ilumina las sombras más viejas y putas de España. Marzo es testigo de un tiempo violento. No anuncia el desastre sino que lo muestra: empresas que se largan, miles de obreros en paro o empleos engañosos, despidos masivos de trabajadores en Valencia, políticos persiguiendo periodistas, manifestaciones feministas contra las mujeres, corrupciones por todas partes y el Gobierno con la misma carencia de legitimidad que el día que se constituyó. No hay, en efecto, gobierno. España no existe ni como Nación ni como Estado. Nihilismo en el Sur y Violencia en el Norte. Repetición de la repetición.
La casta política se ha cargado todo y amenaza con dejar esto como una tierra baldía. Nada. Roban, roban y roban. Y solo tienen una preocupación: seguir robando. La casta política ha dejado en vilo a los ciudadanos. Pronto todos seremos sus esclavos. Ni siquiera han conmemorado los cientos muertos del 11-M. No me extraña que una indocumentada llame "accidente" al mayor atentado terrorista de la democracia. La gentuza de los partidos políticos ha jugado a la política, pero sólo ha traído violencia. Enterémonos bien de lo que va este mal rollo político: no hay política. Un patán en La Moncloa, sí, un tío puesto por los terroristas en la Presidencia del Gobierno, y mil idiotas en la Oposición conforman el triste cuadro de una España hundida. Sin salida.
Y que nadie me hable de la sociedad civil, porque toda ella está devorada por la gentuza que controla lo poco que queda de Estado. Sin Sociedad Civil y sin Administración digna de ese nombre —todos los servicios de la Administración están al borde del colapso— los españoles vivimos arrastrados con la esperanzas falsas de unas próximas elecciones o cualquier otra imbecilidad relacionada con los mangantes de la Unión Europea. Engaño sobre engaños. Esta gentuza de los partidos políticos no cree ni en el poder regenerador de una elección. Son totalitarios. Cualquier cosa es mejor que reconocer lo evidente. Repito: no hay gobierno. Un gobierno roto no es nada. Y encima el jefe del PP no se moja. Rehuye la pelea. ¡Sólo espera! Y el otro, el de VOX está entretenido con el listillo de la Estructura Económica de España. Y los otros, los otros millones de dolientes, los españoles seguimos escondiéndonos de lo real: la inexistencia de una nación civilizada. Eso, sí, todos nos hacemos los civilizados, los indignados y, naturalmente, proseguimos vistiéndonos con la cólera del español sentado.
Españoles, al fin, somos todos; o sea, somos cobardes para reconocer que no nos gusta vivir en la indeterminación, la incertidumbre y la inquietud, las grandes virtudes de las sociedades abiertas, para solucionar sus problemas. Preferimos que un don Nadie, un chulo típico de la estirpe estalinista, nos imponga la senda por donde tenemos que ir, a la par que aceptamos que un tibio de la vida nos dé esperanzas políticas. Apoteótico final. España de cuerpo presente y nosotros esperando las elecciones. Imbéciles. Aquí no hay nada que se parezca a una vida política normal, o sea, a una creación de vínculos entre seres de diferentes opiniones políticas, razas y creencias. Sí, un patán socialista, que fue presidente de la cosa vasca por que lo votaron los del PP, ha sentenciado con brutalidad hispánica por donde va el rollo de este corral político: "Yo no quería el apoyo del PP para reformar la ley del sí es sí".
