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Miguel del Pino

Las abejas zumban en Madrid

Apicultores cargados de problemas se manifestaron en Madrid.

Apicultores cargados de problemas se manifestaron en Madrid.
Un apicultor trabajando con sus colmenas | FEUGA

Las puertas del Ministerio de Agricultura y los alrededores del hermoso edificio de Infanta Isabel se llenaron de humo, pero no se trataba de un incendio, sino del que insuflaban al aire los apicultores como si de inspeccionar colmenas se tratara.

Las reivindicaciones de los agricultores se referían a motivos muy diferentes, como la competencia de nuestra miel, mucha de ella protegida en teoría con denominaciones de origen, pero muy atacada en la práctica por las importaciones de productos azucarados no siempre dignos de llamarse miel, las pérdidas de ejemplares productores producidas por parásitos como el ácaro llamado varroa o las dificultades y costos del traslado estacional de las colmenas.

El complejo mundo de las abejas

Las agrupaciones de animales de la misma especie reciben diferentes nombres y casi siempre tienen como origen la necesidad de conseguir la mayor eficacia en la búsqueda de alimento; se denominan asociaciones "gregarias" en el caso de las manadas de herbívoros que pastan en el mismo lugar, "hordas" en el caso de las carnívoros que cazan en grupo, por citar sólo un par de ejemplos.

Las colectividades de seres humanos merecen un nombre especial que es el de "sociedades". Las sociedades se caracterizan fundamentalmente por el reparto de funciones entre sus miembros, pero no son exclusivas del hombre. Con menoscabo de nuestra soberbia específica hemos tenido que compartir este calificativo con otros animales: los insectos sociales y las abejas entre ellos.

Las sociedades de insectos se dan entre varias especies del orden himenópteros (alas membranosas): abejas, termitas y hormigas son las más conocidas.

Los insectos sociales muestran un comportamiento extraordinariamente complejo, de manera que no es extraño el desarrollo de sus ganglios cerebroides, que llegan a plegarse formando circunvoluciones de manera homologable al cerebro de los vertebrados más inteligentes.

En las sociedades de los insectos es característica la aparición de diferentes castas; en las abejas hay una casta trabajadora formada sólo por hembras en las que recaen múltiples funciones, como la construcción de la colmena basada en la cera, la elaboración del alimento, la miel a partir del néctar de las flores, el cuidado y la alimentación de las larvas y la defensa, por medio de su aguijón ante los enemigos.

La casta reproductora está formada por un corto número de machos, los zánganos, cuya única función es la fecundación de la única hembra reproductora durante un corto vuelo nupcial que se produce sólo una vez en su vida.

La reina es una hembra seleccionada desde su nacimiento por las obreras que la alimentan con una miel especial llamada jalea real, muy concentrada en vitamina E, lo que desarrolla sus órganos reproductores, expresado todo de manera muy esquemática.

La vida de la reina transcurre entregada a la labor de puesta de millares huevos, que fecundaron los zánganos durante el vuelo nupcial. El oviducto real está dotado de un saquito reservorio de esperma, de manera que con una sola fecundación basta para que almacene esperma el resto de su vida. Los infelices e improductivos zánganos sobran después de su momento estelar y son sacrificados por las obreras. Toda una demostración de eficacia ahorrativa.

Las obreras que zumban junto a la colmena trabajan de forma incansable. En la colmena siempre hay algo que reparar y además es necesario "climatizar" el interior, lo que se consigue mediante el aleteo insaciable de unas abejas "ventiladoras" estratégicamente situadas en el complejo interior de las celdillas.

Celdillas hexagonales: así las construyen aprovechando al máximo el espacio interior según los imaginarios planos insertados en su genoma. Todo es asombroso en el mundo social de las abejas.

Especialmente curioso es el mecanismo por el que las obreras se comunican entre sí para transmitir la localización de las flores cargadas de polen y néctar. Las descubridoras de tales fuentes de alimento realizan una serie de movimientos ritualizados que indican a sus compañeras la orientación y distancia a la misma; es la llamada "danza de las abejas", descubierta por Von Frisch, uno de los fundadores, junto a Timbergen y Lorenz de la ciencia de la etología (comportamiento animal).

La gran dependencia de la colmena respecto a su reina, que es la única hembra reproductora y por tanto de la que depende el futuro, plantea de forma periódica el problema de la sucesión: lo solucionan las obreras seleccionando un grupo de larvas, destinadas a convertirse también en obreras, y alimentándolas de una manera especial con una miel concentrada cuyas vitaminas, especialmente la E (tocoferol), producirán el milagro de la maduración de sus órganos sexuales. Una vez formadas las nuevas reinas, una de ellas puede enfrentarse a la gobernante para sustituirla o bien todas emigran acompañadas por un grupo de obreras. Se forman así los enjambres que volarán para inaugurar nuevas colmenas.

La vida de las abejas y las maravillas sobre su conducta son sobradamente conocidas incluso por los niños, aunque ciertos aspectos de su genética, como la determinación sexual que las diferencia en hembras obreras y zánganos en función de su número de cromosomas, sean más complejos que en otros insectos. Lo más importante que aportan las abejas es su función ecológica principal: la polinización.

La polinización se define como el transporte del polen desde las anteras hasta el estigma de las flores, es decir, de los órganos masculinos hasta los femeninos; de esta forma se fertiliza la flor y se da paso a la formación del fruto.

Algunas plantas se polinizan por medio del viento, otras del agua, pero en muchos casos son los animales quienes se impregnan de polen y lo trasladan a otras flores polinizándolas. Los insectos, y entre ellos las abejas, son fundamentales para la polinización. En la sociedad agrícola humana con sus sistemas de cultivo basados en unas pocas especies de plantas, las abejas son los más importantes agentes polinizadores.

Lo anterior es tan cierto que sería difícil imaginar un mundo sin abejas, pero ese mundo hasta ahora imaginario y terrorífico podría no estar tan lejos.

Porque las abejas cuentan en la actualidad con nuevos y terribles enemigos, como la inundación de los campos por nubes de plaguicidas no siempre suficientemente experimentados, los parásitos, como un ácaro específico llamado varroa al que parece que no hay forma de erradicar, y algunos problemas sanitarios y ecológicos poco conocidos, como los que confluyen en el llamado "síndrome de despoblamiento de las colmenas".

Por todas las reivindicaciones de los apicultores muestro un extraordinario respeto, y por ese respeto aguanté los accesos de tos que me produjo el humo que soltaron esta semana ante el Ministerio de Agricultura.

Miguel del Pino, catedrático de Ciencias Naturales.

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