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Pablo Planas

Vito Rufián se pasea por su ciudad natal

Sus enemigos en el independentismo, que son muchos y algunos muy poderosos, se frotan las manos ante la perspectiva de una humillación electoral.

Sus enemigos en el independentismo, que son muchos y algunos muy poderosos, se frotan las manos ante la perspectiva de una humillación electoral.
El portavoz de ERC en el Congreso, Gabriel Rufián. | David Zorrakino / Europa Press

A Gabriel Rufián le conocen mucho más en Madrid que en Cataluña. El portavoz de ERC en el Congreso de los Diputados se fue de su región en 2016 con la promesa de que sólo estaría fuera un año y medio, el tiempo necesario para que Cataluña deviniera en república independiente. De todo eso han pasado ya seis años, tiempo en el que el ínclito diputado cambió de pareja, de residencia, de hábitos y de vida. Con una experiencia académica y laboral entre nula y deplorable, el hombre de ERC en Madrid se ha hecho un nombre y labrado un porvenir gracias a la política, donde entró por las bravas como representante de la cuota charnega que reclutó Junqueras con el propósito de refutar el carácter identitario y supremacista del independentismo catalán.

Rufián es el último "Pijoaparte" y superó con creces las expectativas de su padrino. Más chulo que un ocho, faltón, maleducado y malote, es un ejemplo esférico de la prolija cantera de la "nueva política". En sus inicios en "Súmate" (la plataforma para separatistas castellanohablantes que se inventó Junqueras) amenazó a un compañero con dirimir a puñetazos quién de ellos se colocaba mejor en las listas electorales. También fue efímero portavoz de ese otro artefacto separatista que es la Assemblea Nacional Catalana (ANC), un ente que tras haber servido para aparentar que el golpismo era un movimiento cívico y transversal ha sido arrinconado por los partidos que lo engordaron artificialmente.

Su actuación más destacada durante el golpe de Estado fue tuitear contra Puigdemont y acusar al ahora prófugo de venderse por 155 monedas de plata cuando el entonces presidente de la Generalidad dudaba entre convocar elecciones autonómicas o echarse al monte. El encono entre ambos personajes escenifica a la perfección el cisma golpista. El año pasado Rufián llamó "tarado" a Puigdemont.

La última hazaña de Rufián no tiene nada que ver con Puigdemont, a quien, por otra parte, los suyos apodaban "el pastelero loco" y cosas peores. El personaje, nacido en Santa Coloma de Gramanet, ciudad de unos 120.000 habitantes en el continuo urbano de Barcelona, tiene la encomienda de concurrir a las próximas elecciones en dicho municipio, donde primero gobernó un cura del PSUC y luego los socialistas, una localidad de fuerte impronta trabajadora y popular, nada que ver con la Cataluña catalana que el nacionalismo utilizó como banco de pruebas de la inmersión lingüística en la enseñanza.

Las encuestas manifiestan que Rufián lo lleva clarinete. Sus enemigos en el independentismo, que son muchos y algunos muy poderosos, se frotan las manos ante la perspectiva de una humillación electoral épica. Pero Rufián ha aprendido mucho en Madrid. Ya no es ese canelo agradador que sacó Junqueras del arrabal, sino un tío tan despierto o más que Justo Molinero, otro de los grandes referentes de los "nouvinguts" al servicio de Pujol, el que escribió que los inmigrantes de "condición humilde" que llegaron a Cataluña a mediados del siglo pasado constituían "la muestra de menos valor social y espiritual de España". En una nota a pie de página, Pujol aclaraba: "Quizás alguien interpretará esto como un acto de desprecio hacia los inmigrantes murcianos, andaluces, extremeños, etc. No es cierto. Es un hecho innegable que siglos de miseria y opresión social tienen unas repercusiones de orden humano y de orden espiritual sobre los hombres". He ahí la génesis del aserto "son sus costumbres, hay que respetarlas".

El caso es que Rufián, el pobre, es el candidato de ERC en Santa Coloma de Gramanet, Santako, municipio plagado de inmigrantes y descendientes de inmigrantes murcianos, andaluces y extremeños del siglo XX y de otras partes del mundo en este. El 1-O ahí fue un completo fracaso. Pero cuidado, no confundirse. Cada ciudad es un mundo. La alcaldesa del PSC, Núria Parlón, practica el selecto deporte de la esgrima, es firme partidaria del "derecho a decidir" y quiere que haya un referéndum separatista. Lo ha dicho en múltiples ocasiones. Los sondeos predicen que seguirá en el cargo que ostenta desde 2009.

Se enfrenta Parlón, de la quinta del 74, a Rufián, ocho años más joven y bragado en Las Ventas. Podría haber partido. De entrada, Rufián ha inaugurado la precampaña prometiendo un centro geriátrico delante de un solar abandonado en compañía del consejero de Derechos Sociales de la Generalidad, el exconvergente del "pinyol" de los hijos de Pujol y Mas pasado a ERC Carles Campuzano, a condición de que le voten a él y no a Parlón. El tal Campuzano asentía como se asiente ante un padrino de la mafia de Calabria o de los Latin Kings, con una sonrisa conejil. Claro, claro, lo que tú digas, "bro", la residencia para la "gent gran" más grande y mejor del mundo.

El espectáculo fue tan bochornoso que ha prosperado en el Parlament que tenga que comparecer el consejero para explicar que el asilo se construirá gane quien gane y que el Govern de la Generalidad no invierte en función de los intereses electorales de su partido sino por el bien común. Las elecciones municipales en la Santa Coloma del "cinturón rojo" catalán no son un asunto menor. A Pedro Sánchez le preocupan menos que las de Barcelona, pero más que las de Gerona, donde el socialismo, por muy separatista que se presente, no tiene nada que hacer. Pero Santa Coloma la considera suya, de modo que no es descartable que se llegue por la ciudad para anunciar junto a Parlón la construcción de un gran centro de algo muy gordo, el fomento del idioma catalán, el árabe o el chino, por ejemplo. Cualquier cosa antes que el español de los murcianos.

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