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Madrid

Ossorio, Echenique y el estado del bienestar

A Echenique no le piden que renuncie a las ayudas que recibe por la Ley de Dependencia pese a que con su sueldazo público podría prescindir de ellas.

A Echenique no le piden que renuncie a las ayudas que recibe por la Ley de Dependencia pese a que con su sueldazo público podría prescindir de ellas.
MADRID, 13/10/2022.- EL portavoz de Unidas Podemos, Pablo Echenique interviene en la sesión de este jueves en el Congreso donde comparece el presidente Pedro Sánchez para informar de las medidas económicas y sociales adoptadas ante la crisis provocada por la guerra en Ucrania y para dar cuenta de la reunión del último Consejo Europeo. EFE/ Javier Lizón | EFE

Anda la izquierda muy revolucionada porque cree haber encontrado de nuevo la bala de plata que, esta vez sí, acabará con la mayor amenaza para su hegemonía: Isabel Díaz Ayuso. El gran pecado lo habría cometido su vicepresidente, Enrique Ossorio, y consistiría en haber cobrado una ayuda pública a la que tiene derecho como padre de familia numerosa. La particularidad estriba en que nadie ha puesto en duda que es completamente legal, pero denuncian que no es ético que cobre del Estado alguien que, por su patrimonio, claramente no lo necesita.

Como bomba política, la tremenda exclusiva de que un político cobre del Estado ha quedado desactivada tras saberse que la familia de Mónica García ha cobrado la misma ayuda, a pesar de tener la faltriquera incluso mejor cubierta aún gracias a los dineros que cobra el directivo de altos vuelos con el que está casada. Uno se pregunta con qué cara denuncia la izquierda a sus adversarios por este motivo cuando, si realmente es tan indignante y falto de ética cobrar del Estado sin necesitarlo, tienen ejemplos entre sus filas como el de Echenique, al que nunca han pedido que renuncie a las ayudas que recibe por la Ley de Dependencia pese a que con su generoso sueldo público podría prescindir de ellas.

Pero al margen de la doble vara de medir de la izquierda, la única que utilizan, la crítica es interesante una vez apartada del ruido sectario. ¿Es ético cobrar del Estado un dinero al que tenemos derecho si no lo necesitamos? Es una pregunta peligrosa, porque de ser respondida afirmativamente podría llevarnos por una pendiente resbaladiza donde se vayan poniendo en cuestión la recepción de ayudas del Gobierno según el nivel de renta u otras circunstancias. Por ejemplo: ¿es ético cobrar todo el subsidio de paro al que tenemos derecho sin intentar encontrar otro empleo hasta el final, o sólo es ético si estamos desde el primer día buscando trabajo?

Y de ahí podríamos seguir hasta llegar a preguntarnos: ¿es ético cobrar una ayuda del Estado? ¿Es ético recibir un dinero que se ha quitado a otro a la fuerza, que no otra cosa son los impuestos? Porque no tiene mucho sentido que se critique a alguien con posibles por cobrar una ayuda a la que tiene derecho pero no se le critique si lleva a sus hijos a un colegio público o va al médico en su centro de salud público. Podría pagarse colegio privado y seguro privado, así que no necesita los servicios públicos. ¿Nos indignamos también? ¿Es intolerable?

Las respuestas coherentes son dos, situadas en extremos opuestos. La primera nos llevaría a concluir que si algo es legal, entonces es ético. Si nos repugna que Ossorio o Echenique cobren ayudas sin necesidad, la culpa sería de quien ha puesto las condiciones para acceder a ellas, en este caso el muy progresista y mucho progresista Gobierno de Pedro Sánchez. Es cierto que a la hora de diseñar políticas públicas puede resultar imposible o demasiado costoso afinar hasta el punto de que sólo cobren quienes realmente queremos que cobren. Pero no es el caso, porque para quienes no son familia numerosa sí se discrimina por renta.

La segunda respuesta partiría de la base de que, puesto que los impuestos son un robo y "el Estado no es más que una ficción por la cual todo el mundo trata de vivir a costa de los demás", en inolvidables palabras de Bastiat, recibir dinero del erario público no es ético en ningún caso. Que el estado del bienestar es una merienda de negros donde la redistribución no se hace de ricos a pobres, sino de grupos desorganizados a grupos organizados, como indicó nuestro Bastiat moderno, el profesor Carlos Rodríguez Braun. Y que participar en ese juego no es ético, ni recibiendo ni aportando.

No pretendo responder a este dilema. Según me hago mayor, mis certezas disminuyen en lugar de aumentar, y me importa menos esa búsqueda de la coherencia que me hizo interesarme por el liberalismo en primer lugar. Durante la Gran Depresión, acuciado por la necesidad, el boxeador Jim Braddock trabajó de estibador y aceptó del Gobierno una ayuda que hasta entonces había rechazado, pero a la que tenía derecho. Cuando pudo volver a ganar dinero en el ring, lo devolvió. Para él no era ético recibir dinero de otros, pero lo aceptó porque su familia era más importante. Hoy día, en que nos consideramos con derecho a recibir el fruto del trabajo de los demás, sería impensable que alguien devolviera dinero al Gobierno. No puede decirse que como sociedad hayamos ido a mejor en esto.

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