
Como bien contó mi compañero Sergio Valentín hace unas semanas en Libertad Digital, los árbitros españoles son los mejor pagados del mundo con una distancia sideral respecto a ligas, bastante mejores, como la Premier League. Los ingleses por ejemplo, cobran 3700 euros al mes mientras que los españoles, de base, se llevan 12.500. Y la cosa no queda ahí ya que los colegiados a los que les toca VAR se llevan 2.100 euros por partido. 23 euros por minuto trabajado. Toma ya.
Más allá de los números generales, que son escandalosos, el otro día en el Cívitas Metropolitano me dio por pensar algunas cosas. Como es gratis pensar, las pienso. Una de ellas es que esa misma noche en el Atlético de Madrid-Betis, un jugador como Canales no pudo disputar el encuentro por los caprichos de un colegiado, Mateu Lahoz, que el año pasado se llevó la friolera de 335.000 euros por una temporada que, salvo que formes parte del séquito arbitral, casi todo el mundo define como repleta de fallos. Lo otro que me dio por pensar fue el penalti no pitado a Morata porque mientras el seguidor de la grada estaba pasando frío, el colegiado del VAR, que encima fue Mateu Lahoz, se llevó 2.100 euros por 90 minutos de trabajo, calentito en su asiento y con varias televisiones para ver el encuentro, pero no para ver penaltis parece ser. ¿Jugada dudosa? Mejor me callo, que no compensa tanta presión por unos míseros 2.100 euros por 90 minutos de trabajo.
Esto es lo que pasa en España. Cobran como millonarios, intervienen lo justo y necesario y encima parece ser que no se les puede criticar. Parece no, no se les puede criticar, porque si lo haces te pasa lo que le pasó a Canales. Al jugador del Betis le metieron 4 partidos antes de que le concediesen la cautelar y encima como premio a lo que pasó con Mateu, le dan al colegiado valenciano una noche VAR maravillosa, sin pasar frío y con un montante de 2.100 euros que se suman a su sueldo base de 12.500 y a lo que vaya cobrando el resto del mes por arbitrar en el campo y fuera de él.
Esta jornada tuvimos otro ejemplo en el Valencia-Rayo donde Iraola tuvo que callarse la boca porque en caso de decir algo en contra de los arbitrajes podría haber sido sancionado. Así estamos en plena dictadura arbitral con entrenadores jugándose su puesto de trabajo dependiendo de errores o aciertos ajenos a su función. Porque no se olviden que un error arbitral puede costarle el puesto a un técnico, pero es que encima en España ese error puede echar a un entrenador y darle encima un premio al colegiado que lo comete. ¡Es increíble! A uno le pueden echar y al otro quizá le premien con un partido para arbitrar a 4.200 euros el servicio o, si se cortan un poco, solo le darán 2.100 por estar en la sala del VAR. Eso si hablamos de entrenador, pero, ¿qué pasa con los empleados de los equipos más modestos cuyo descenso del equipo les puede costar su puesto de trabajo? Ya les digo yo que el sueldo base de algunos trabajadores de los clubes más humildes no llega ni de lejos a esos 12.500 euros de base al mes que cobran los árbitros.
Pero así es la realidad que vive el fútbol español. Tú pasando frío en la grada y el árbitro VAR, calentito, cobrando 2.100 euros esa noche. Eso sí, no te quejes. Tú no te puedes quejar. Tú sácate tu abono, compra una entrada a los precios locos que hay en España, mójate, pasa frío, lamenta el dinero perdido por hacerte un viaje para seguir a tu equipo y no te quejes de los árbitros. A tus jugadores les puedes poner a parir, pero los árbitros son sagrados. Son seres de luz que no cometen errores, que son justos y objetivos, que no tienen colores y que aguantan una presión inaudita cobrando solo una media de 250.000 euros anuales. No está pagado esto, hombre. En fin... suerte para todos con la mejor peor generación arbitral de la historia y, sobre todo, recuerda, no te quejes.
