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Por qué Iglesias acierta rechazando Sumar y por qué será letal para Sánchez

Con su negativa a diluirse en la plataforma de Yolanda Díaz, Pablo Iglesias puede estar condenando a la izquierda, pero salvando a su propio partido.

Con su negativa a diluirse en la plataforma de Yolanda Díaz, Pablo Iglesias puede estar condenando a la izquierda, pero salvando a su propio partido.
EFE

A estas alturas de la partida parece muy improbable que Podemos forme parte de Sumar, la plataforma presentada al fin por Yolanda Díaz el pasado domingo y con la que concurrirá a las elecciones generales de final de año. El abismo que se ha abierto entre la vicepresidenta tercera y el bloque morado liderado por la ministra de Igualdad y Pablo Iglesias parece demasiado amplio para una posible solución y, aunque todo el mundo apuesta en público por "la unidad", las partes se preparan para una batalla tras la que no habrá acuerdo de paz. De hecho, la líder de Sumar ya se ponía la venda antes de la herida en El País recalcando que "en absoluto sería un fracaso" que su coalición no contase con Podemos.

La mayor parte de los análisis achacan al orgullo y al inmenso ego de Pablo Iglesias la situación, a la peculiar idea de la lealtad que tiene el líder no tan en la sombra de Podemos y a las malas relaciones personales que Díaz tiene con él y con Irene Montero. Así, prácticamente se da por hecho que a los morados les interesaría estar dentro del conglomerado capitaneado por la ministra de Trabajo y que la previsible negativa será poco menos que producto de una rabieta.

Pero, ¿y si en realidad lo que le interesa a Podemos en el medio y largo plazo es quedarse fuera? ¿Y si el análisis de Pablo Iglesias no fuese sólo fruto de razones y batallas personales sino que en realidad el de Podemos estuviese acertando con lo que le conviene a su partido, aunque eso no sea lo que le convenga al conjunto de la izquierda y a Sánchez?

Prioridad: la supervivencia de Podemos

Para entender bien la decisión que parece que va a tomar Pablo Iglesias no hay que valorar tanto el escenario electoral en el que es obvio que se mueven Pedro Sánchez y Yolanda Díaz, sino que hay que ir más allá: como se dice en el ajedrez del jugador que es capaz de prever lo que ocurrirá después de más movimientos, su análisis es más profundo.

Teniendo esto en cuenta, tal y como explicaba Carlos Cuesta en Es la Noche de Dieter esta semana, hay tres posibilidades básicas: que Sánchez gane las elecciones o, mejor dicho, que al menos logre mantener el poder, algo que sólo podría ocurrir si no se divide el voto a la izquierda del PSOE; o que PP y Vox consigan una mayoría suficiente para que Feijóo logre llegar a la Moncloa, ya sea con Podemos dentro o fuera de Sumar.

En el primer caso, más improbable incluso aunque Podemos formase parte de Sumar –no en vano, ni siquiera en las primeras encuestas tras la presentación de la candidatura de Díaz y pese a estar en la cresta de la ola del apoyo mediático lograban arrebatarle la mayoría absoluta a la derecha– los grandes ganadores serían Sánchez y Díaz, Podemos quedaría reducido a un papel de mera comparsa y su cuota de poder en el futuro Gobierno sería mínima.

No acabar como IU

Iglesias sabe bien que ese escenario le lleva al mismo callejón sin salida en el que está ahora IU: de fuerza política que decidía gobiernos autonómicos y municipales en muchos rincones de España ha pasado a ser sólo uno más de los muchos grupos del proyecto de Díaz, al mismo nivel que recién llegados como Más País y, probablemente, por detrás del papel reservado a fuerzas regionales como los comunes de Colau.

Y es que el de Podemos conoce mejor que nadie ese proceso de progresiva disolución por una razón muy sencilla: es lo que en su día él mismo le hizo a Izquierda Unida con la inestimable colaboración, eso sí, de un Alberto Garzón que vendió a su partido por un ministerio, exactamente lo que no parece dispuesto a hacer Iglesias.

¿Y si gana la derecha?

La otra opción, la más probable además, es que gane la derecha, algo que podría producirse incluso si Podemos llega a formar parte de Sumar. En ese caso el resultado para los de Iglesias sería muy similar a lo descrito en el anterior apartado, pero no sólo serían una parte más y no demasiado importante de un conglomerado mayor, sino que también cargarían con la cuota correspondiente de la derrota. Su protagonismo, sus siglas y su futuro como partido, quedarían completamente diluidos.

La situación, en cambio, podría ser muy diferente en el caso de que la victoria de PP y Vox llegase con un Podemos que ha acudido a las urnas en solitario: en ese escenario y sólo con un grupo parlamentario muy reducido –por ejemplo, dos parlamentarios por Madrid y otros dos más que llegasen desde provincias como Barcelona, Valencia, Sevilla o Málaga, un resultado más que viable– el partido morado no sería partícipe de la derrota, quedaría como la izquierda ‘pura y verdadera’ y contaría, por un lado, con una representación suficiente para dar guerra en las instituciones, y por otro con el entramado de medios que está construyendo el propio Iglesias para dar tanta o más guerra fuera de las instituciones.

Además, tras perder las elecciones y el poder lo más probable es que el PSOE se vea envuelto en un proceso complejo de cambio de liderazgo y quizá hasta de cierta reorientación política, mientras que Yolanda Díaz y los suyos se verían sin el poder y enfrentados a las dos grandes debilidades del proyecto: la falta de liderazgo y, sobre todo, la ausencia real de un mensaje diferente y diferenciador.

Sería, por tanto, un escenario con bastantes oportunidades políticas para un Podemos que sí tiene un mensaje y un liderazgo –aunque sea en la sombra– y que podría jugar un papel de última fortaleza de la verdadera izquierda que les queda mejor que las carteras ministeriales. De hecho, según también contaba el periodista Luca Constantini –uno de los que mejor conoce el partido– en La noche de Dieter, "ese escenario de resistencia no disgusta en las altas esferas de Podemos".

Letal para Pedro Sánchez

Más allá de lo que ocurra en su propio partido, la decisión de Iglesias tendrá consecuencias muy importantes para terceros y, especialmente, para el hombre que más se juega en el envite de las generales: Pedro Sánchez. Dicho de otra forma: el fundador de Podemos tiene en sus manos acabar con la estancia del socialista en Moncloa. Es una tentación que, más allá de todas las consideraciones anteriores, no debe resultar fácil de resistir.

Y es que por mucho que se trate de vigorizar el voto de izquierdas con la irrupción de Sumar, la cosa está complicada: quizá Yolanda Díaz podría recuperar a algunos abstencionistas, pero por mucho que ella se empeñe en presentarse como algo nuevo y un "cambio", lo cierto es que lleva desde enero de 2020 como ministra del Gobierno, así que no parece el gancho perfecto para aquellos que, cansados de ese mismo Gobierno, habían decidido no votar.

Del mismo modo, los cambios en los extremos de los bloques políticos es muy difícil, por no decir imposible, que provoquen trasvase de votos de la derecha a la izquierda o viceversa: Díaz no captará votantes del PP, Vox o Ciudadanos ni de nadie que no estuviese ya dispuesto a contribuir a que Pedro Sánchez sea presidente otros cuatro años.

Así, la mayor consecuencia electoral real que tendrá la irrupción de Sumar es que, al contrario de lo que ocurrió en 2019, sea la izquierda la que acuda a las urnas dividida en tres candidaturas –en las últimas generales también se presentaron PSOE, Unidas Podemos y Más País, pero la irrelevancia de los de Errejón, un 1,36% del voto, hizo que esto no fuese un problema– mientras que la derecha, una vez certificada la desaparición de Ciudadanos, lo haría en dos.

Más aún: con el voto a la izquierda del PSOE dividido no sólo sería seguro que Vox lograría la tercera posición en casi todas las provincias con lo que eso significa teniendo en cuenta el reparto que se hace con la Ley D’Hont, sino que incluso logrando algo más de voto por separado que unidos, la repesentación obtenida por los yolandistas y los pablistas nunca podría ser la misma que de acudir en una única lista.

Dicho en cifras y solo a modo de ejemplo: si en 2019 Unidas Podemos logró 35 diputados con un 12,8% del voto, dividiendo ese resultado entre un 7% para unos y un 5% para otros, por ejemplo, difícilmente llegarían a la veintena. Para que nos hagamos una idea aproximada, veamos lo ocurrido en alguna de las últimas convocatorias electorales: Ciudadanos se quedó con 10 tristes diputados con el 6,8% de los sufragios en noviembre de 2019; por su parte, Izquierda Unida no pasó de dos en diciembre de 2015, a pesar de tener el 3,6% del voto.

Con esas cifras y el PSOE en el entorno de los cien diputados, incluso con el apoyo de todos los separatistas, nacionalistas y regionalistas, el Gobierno de Sánchez habrá llegado a su final… quizá gracias, al menos en parte, a Pablo Iglesias.

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