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La rectificación indeseada del 'sólo sí es sí'

Para Montero su día más triste como ministra ha sido el de la rectificación de su ley, y no todos los días que se rebajaron las penas a los agresores.

Para Montero su día más triste como ministra ha sido el de la rectificación de su ley, y no todos los días que se rebajaron las penas a los agresores.
Las ministras de Igualdad y de Derechos Sociales y Agenda 2030, Irene Montero e Ione Bellarra (i), durante el pleno celebrado este jueves en el Congreso. | EFE

En el día más triste de Irene Montero, el presidente del Gobierno del que forma parte no estaba allí. En realidad no estaba allí prácticamente nadie del Consejo de Ministros, porque los socialistas redujeron su presencia al mínimo más clamoroso. Era evidente la intención de hacer notar su ausencia, porque ausentarse fue un acto político, igual que fue una actuación despreciable. En el curso de la reforma del "sólo sí es sí", los socialistas condenaron a las ministras podemitas a la soledad para que purgaran solas la culpa de hacer una ley que aprobaron juntos y juntos celebraron. En tiempos decía Alfonso Guerra que el que se moviera no salía en la foto, pero los socialistas de Sánchez se mueven para no salir en la foto en cuanto pintan bastos.

Para Montero su día más triste como ministra ha sido el de la rectificación de su ley, y no todos los días que, desde el otoño acá, se rebajaron las penas de condenados por agresiones sexuales y se puso en libertad a violadores y pederastas. No le produjeron tristeza estos efectos de la ley, pero sí que haya tenido que cambiarse para evitarlos. Normal: hay que recordar que los malos efectos no impugnan los dogmas ideológicos que los causan, sino que los refuerzan. El ideal de Montero era que la ley siguiera como estaba y, llegado el caso, cargar sobre los jueces los efectos que han llamado indeseados. Que los han llamado así pese a que no pueden ser indeseados unos efectos que era sabido que iban a existir.

Lo único indeseado de esta historia es lo que ha terminado por hacerse, forzosamente. La rectificación de esta ley es una rectificación indeseada por su autor, que es el Gobierno y son sus dos (o tres) partidos. Los dos (o tres) y no uno, como los socialistas han querido significar con su ausencia. La defensa cerrada que hizo Sánchez de la ley, diciendo que iba a "inspirar otras muchas leyes en el mundo", no fue antes, sino después de que sus consecuencias asomaran. La defendió con las rebajas de condena ya a la vista. La defendió con conocimiento. Por sus efectos, la defendió. Entonces, la ley era tan de Montero como de Sánchez, y era la joya de la corona. Y las rebajas de condena eran peccata minuta, asuntos irrelevantes, noticias que saldrían en los breves de la prensa de provincias y que no le iban a importar a ningún votante de izquierdas.

Un Gobierno que se acostumbra a entrar en el Código Penal a martillazo limpio, por fuerza acaba quitando importancia a los destrozos que causa al cargarse lo que allí se le interpone. Por fuerza calibra mal las repercusiones de beneficiar a condenados, lo sean por un golpe separatista o por una agresión sexual. En esto, rectificaron al toparse, oh, sorpresa, con que el asunto sí tenía trascendencia. Pero ya lo dan por amortizado. Y lo que quede del marrón, adjudicado a Podemos, que aguanta bien la humillación.

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