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La dignidad de los enanos

Ignorando la voluntad y los deseos de los implicados, los parlamentarios españoles han vulnerado la dignidad de los enanos, en nombre de su dignidad.

Ignorando la voluntad y los deseos de los implicados, los parlamentarios españoles han vulnerado la dignidad de los enanos, en nombre de su dignidad.
La actividad profesional de los cómicos taurinos con acondroplasia está siendo perseguida. | Facebook Diversiones en el ruedo

También los enanos empezaron pequeños. Así se llama una de las primeras películas de Werner Herzog. Es tan rara, estrambótica y poética que no hay peligro alguno de que la haya visto ningún parlamentario español. Gracias a ello nos libraremos de que una ley votada por unanimidad en el Congreso la prohíba por considerar que atenta contra la dignidad de los enanos.

Esta semana el Parlamento español lo que sí ha votado es una ley que prohíbe a los enanos trabajar en espectáculos cómico-taurinos. Sostienen los parlamentarios, los cuales empezaron pequeños e ignorantes pero han crecido una barbaridad en idiocia y maldad, que estos divertimentos afectan a la dignidad de las personas de baja estatura porque, aducen, la gente se ríe de ellos, no con ellos.

Un curioso argumento porque de quien más nos reímos los ciudadanos es de los propios políticos, así que siguiendo su lógica deberían cancelarse a sí mismos. El caso es que los propios interesados (compañías como Diversiones en el ruedo y sus enanitos toreros o El Popeye torero) han protestado porque, defienden, no solo se ganan la vida con los espectáculos cómico-taurinos, sino ¡que disfrutan con ellos! Les gusta hacer reír a su público como los últimos herederos de Chaplin y Harold Lloyd, disfrutando de su mutua compañía y manteniendo la llama de una tradición que en ocasiones ha pasado de padres a hijos. ¿Deberíamos también impedir que se reproduzcan siguiendo la utopía eugenésica progresista? Este es un caso paradigmático de cómo se confunden los valores de un determinado régimen político-social (para la ocasión, burgués-socialdemócrata, vulgo: "progre") con los valores esencialmente constitucionales. No quiero dar ideas, pero el Parlamento español está a un paso de prohibir La quimera del oro porque el público se ríe de las peripecias de un vagabundo.

La palabra más manoseada, manipulada y abusada hoy en día: "dignidad". En su nombre se trata de prohibir conductas, cancelar derechos e imponer preferencias ideológicas, dogmas religiosos y sesgos sociales. En esto coinciden opusdeístas y marxistas-leninistas, demócrata-cristianos y social-demócratas —tanto monta, monta tanto— ¡citando a Kant! Pero, ¿qué es la dignidad según Kant? La consideración de los seres humanos como fines en sí mismos, no como medios para nuestros fines. Ignorando la voluntad y los deseos de los implicados, los parlamentarios españoles han vulnerado la dignidad de los enanos. Presuntamente por su bien, pero de la protesta razonablemente indignada de los enanos inferimos la auténtica causa subyacente a los parlamentarios españoles: pretenden quitarlos de la escena pública donde ofenden su concepción del decoro. Plantea la ley que el Estado les ofrezca medios de vida alternativos que los enanos han rechazado: no quieren ser reponedores, barrenderos o profesores de Mecánica Cuántica. Por supuesto, no quieren ser políticos. Lo que quieren es ser toreros cómicos. Por mucho que ofenda a la sensibilidad estético-moral de políticos de todos los partidos que solo respetan la dignidad de los demás dentro del estrecho margen de su supremacismo pequeño-burgués.

El problema de fondo lo cuestionó Philip K. Dick en una de sus novelas, Tiempo de Marte. El planeta rojo está siendo colonizado, tienen problemas de adaptación a un terreno tan inhóspito y la ONU, concretamente la robespierriana Comisión Interplanetaria de Bienestar y Salud, ha decidido que los "niños anómalos" tienen que desaparecer. Usarían, nos advirtió Dick, el eufemismo "poner a los niños a dormir". Los parlamentarios españoles podrían decir, parafraseando el dueño de un bar en Tiempo de Marte, que "aquí en España no necesitamos enanos; es mala publicidad". Imaginen lo que puede pensar un noruego, un argentino o un coreano del sur de turismo por España al encontrarse con Morante de la Puebla medio desnudo animando a ir a una corrida o un anuncio de "Popeye torero y sus enanitos marineros".

Insisto: ¿qué es dignidad? Respetar la autonomía de las personas para decidir por sí mismas lo que quieren hacer con sus vidas. Porque, como han demostrado los toreros enanos y los parlamentarios españoles, la dignidad no tiene nada que ver con la estatura física, la que falta a los enanos, sino con la estatura ética, la que falta a los políticos que han votado esta aberración jurídica, este desaguisado político, esta miseria moral. Como nos enseñó Herzog, el problema no es que se empiece pequeño, sino que se termine empequeñecido

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